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Malcolm Grimm había olvidado que era Noche Buena, y al día siguiente, había olvidado que era Navidad.

A duras penas había sobrevivido a la muerte de su esposa, y estaba haciendo lo posible por mantenerse estable en el trabajo. Todo por sus dos hijos: Mordelia y Baz.

Aunque había algo que Malcolm no podía ofrecerles, y eso era apoyo emocional. No tenía ni la menor idea de que su hijo estaba roto por dentro, o de que su hija estaba heredando el mal humor de su hermano mayor, todo para refugiarse de la tristeza en la que estaba envuelta la casa de los Grimm-Pitch.

Por eso, jamás había armado el árbol de Navidad, ni colocado las luces por toda la casa. No había invitado a la familia a cenar en Noche Buena, y no había comprado regalos.

Felizmente, sus dos hijos ya eran lo suficientemente grandes para comprender que su padre estaba demasiado triste por Natasha como para hacer eso. Aunque aquello no evitaba que Baz y Mordelia se sintieran tristes por la falta de apoyo de su padre.

Pero eso cambió la mañana de Navidad. Baz se había imaginado a Simon el día anterior, comiendo pavo con su madre y su abuela. Se acordó que también irían a visitarlo sus primos y dos tías de parte de su padre, que siempre se habían sentido más unidas a Simon y Lucy que a Davy.

Baz sabía que Simon era feliz, y mientras tanto, su familia había olvidado la Navidad. Por eso, el 25 de diciembre, se encontraba de un pésimo humor. Pero en la mañana llegó Simon a tocar su puerta, y no estaba solo.

Habían venido también Niall, Dev, y su tía Fiona. Cada uno tenía regalos para él y Mordelia en sus manos.

Baz podría haberse echado a llorar ahí mismo, pero Crowley, no iba a dejar que lo vieran así.

Una vez que pasaron a la casa, Fiona se dirigió a la cocina a preparar el desayuno. Dev y Niall corrieron al depósito, donde la familia de Baz guardaba el árbol de Navidad. Y Simon, él se acercó a Baz y le dio un fuerte abrazo.

—Perdón por no haber venido ayer —le dijo—. Debí saber que esto iba a pasar.

—No te preocupes por mí, Simon —contestó Baz—. ¿Qué tienes en ese sobre? —preguntó, señalando lo que le había traído su amigo.

Simon sonrió, y se sentó en el sillón de la sala. Baz lo siguió, y se sentó a su costado. Su amigo le tendió el sobre amarillo, el cual estaba sellado con un sticker celeste.

Baz lo abrió lentamente, preguntándose qué habría dentro. Y entonces lo descubrió. Era una gift card para una tienda de música.

Aleister Crowley, pensó Baz.

—Recuerdo que hace tiempo dijiste que querías un violín —explicó Simon—. Así que pensé que te gustaría...

—Me encanta —lo interrumpió Baz—. Pero no puedo... Simon, esto vale demasiado dinero.

—Oh, no te preocupes por eso —lo calmó Simon—. Todos pusimos de nuestra parte. Y de nuestros ahorros —añadió riéndose.

—¿Todos?

—Tu tía Fiona, Dev, Niall, Penny, Agatha y yo.

—Oh —parecía sorprendido—. Muchas gracias, Simon —susurró Baz—. De verdad.

Pronto, Fiona vino con panqueques y chocolate caliente a la sala, donde Dev y Niall ya estaban sentados, sacando las piezas del árbol de la caja.

Baz protestó.

—No tiene sentido que armen el árbol sólo para un día.

Mordelia le dio un codazo.

—No seas amargado, Basil.

Niall se río y Dev le pateo la canilla.

—Ouch —se quejó su novio.

Ahora fue Baz quien se rio.

Se sentía tan bien estar feliz. 

Lo Que No Planeaba Decirte - SnowbazWo Geschichten leben. Entdecke jetzt