Capítulo 10

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Una noche tormentosa se desató en el castillo de Hogwarts, el viento danzaba al compás de la precipitada lluvia que azotaba fuertemente las ventanas. La noche relucía por doquier, aunque no fuera del todo calmada.

En la torre de Gryffindor, específicamente en los dormitorios de las chicas, Hermione Granger se removía en su cama intranquila, pensando en todo lo ocurrido ese día. Sus pensamientos divagaban por el tema de su profesor, había recordado las palabras del director y aún no lo podía creer.

- Pero es un profesor de Hogwarts... No lo entiendo - decía Hermione en voz baja para sí misma, mientras se sumergía más en sus dudas.

Divagó más, hasta que no pudo más con la desesperación por saber cómo se encontraba el hombre, y se levantó de la cama, cubriéndose con un abrigo y calzándose. Salió con cautela de la habitación y cerró la puerta con mucho sigilo. Eran alrededor de las once de la noche y para su buena suerte todos decidieron ir a la cama y no quedarse en vela. La chica se detuvo en seco frente al hueco y pensó. Dio media vuelta, y se dirigió a las escaleras, las cuales conducían al dormitorio de los chicos. Caminó de puntas y sin hacer el menor ruido, se acercó a la cama de Harry y abrió su baúl, removió con cuidado algunas cosas, hasta que divisó la capa de invisibilidad y el mapa del Merodeador. Tomó ambas cosas y salió de allí sin causar revuelo, al estar por fin fuera exhaló un suspiro de alivio y se encaminó hasta el hueco y el retrato de la Señora Gorda se abrió sigilosamente.

- ¿ Adónde vas... Tan tarde... Querida ? - dijo la señora gorda entre bostezos y con los ojos cerrándole.

- Sólo... Iré a dejar unos libros que olvidé devolver a la biblioteca, no tardaré, vuelvo enseguida - mintió Hermione, esperando a que la señora gorda se lo tragara y no le reclamara.

- Si si, por supuesto, que te diviertas - dijo la señora gorda exhalando un bostezo cansino, luego, rápidamente quedó profundamente dormida.

Hermione sonrió divertida y se encaminó con cautela hacía las mazmorras, tomando bien de la capa para que ésta no se le fuera a caer y la descubrieran. Constantemente se fijaba en el mapa para cerciorarse de que no hubiera nadie con quien toparse, específicamente con el Señor Filch.

Al llegar con éxito a las mazmorras, bajó por las escaleras, pero esta vez no se tuvo que abrazar a sí misma. Pues ahora si iba bien abrigada.

Al llegar al despacho del hombre, se detuvo a pensar un poco, luego, decidida, alzó su varita temblandole levemente su mano.

- Alohomora - susurró la chica, y la puerta se deslizó hacía dentro, abriéndose completamente.

Hermione entró dudosa a la habitación, esta se encontraba tan tranquila y silenciosa que a la chica le provocó un ligero escalofrío. Siguió avanzando hasta que se detuvo frente a la puerta de los aposentos del profesor. No sabía cómo hacer eso, ¿ debía tocar ? ¿ debía mejor reconsiderar su intención, regresar a su dormitorio y esperar a verlo mañana ?, prefirió elegir la primera opción y así lo hizo, tocó suavemente la puerta, y escuchándose un leve golpeteo de su parte. Se estremeció al escuchar un leve pase en el interior. Al parecer el hombre estaba despierto, entonces comenzó a dudar más en si debía entrar o no.
Pensó que ya no podía acobardarse en este punto, así que, sacando toda su valentía Gryffindor, tomó el pomo de la puerta, y lo giró lentamente.
Cuando hubo abierto la puerta por completo, vio al pocionista sentado en el borde de su cama, con la mirada baja y tocando sus manos con ligero desespero.

- Si eres tú Albus, no tengo idea de qué... -. Empezó a decir Severus, pero al voltear la mirada y ver a Hermione allí, cambió su semblante y se levantó de un brinco de la cama -. ! Hermione !, ¿ que haces aqu... ?

Insufrible AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora