Capítulo 30: Boda inesperada.

Comenzar desde el principio
                                    

—Bueno, bueno... Nunca tuve un padre con el cual escaparme para ir a ver el partido de los Yankees, así que ahora no me vendría nada mal uno, ¿no? —golpeé su brazo juguetonamente—. Oh, vamos, ¡por supuesto que sí!

Fue entonces cuando nos dimos uno de esos cálidos abrazos familiares que parecen no tener fin.

—Entonces, ¿cuándo lo conoceremos? —pregunté una vez roto el abrazo.

—Sí, sobre eso... Él vendrá a cenar con nosotros aquí la próxima semana. Está ansioso por conocerlos. Además me contó que tiene una hija como de la misma edad de ustedes; espero que logren llevarse bien con ella, aunque no les costará mucho, me contó que era un ángel.

Un ángel, ¿no? Habría que averiguarlo. No es que no me agrade tener una nueva hermana —o hermanastra—, pero se sentiría bastante raro, ya que siempre hemos sido Bryan y yo.

Mi mente se encuentra divagando en estos momentos, mientras miro al techo azul de mi habitación.

Todo es tan raro ahora; no tengo idea de si es por la noticia que recientemente mamá nos acaba de dar a mí y a Bryan hace unas horas, o si es porque es mi último año de preparatoria y luego se esto probablemente no vea a mis seres queridos durante un largo tiempo o... ¡No lo sé!

La mayoría del tiempo, últimamente el 50% de mi cerebro está concentrado en los disturbios en mi vida que ciertas personas han ocasionado y el otro 50% se encuentra divagando feliz de la vida sin preocupaciones.

Jamás me había visto a mí misma en este tipo de situaciones conflictivas; pensé que solo le pasaban las protagonistas de los libros que he leído. Y yo que me burlaba de eso diciendo: «No puede haber alguien con tan mala suerte en la faz de la tierra»

Maldito karma.

Dios, mi vida parece una telenovela con tanto drama, ¿o es porque me llamo Samantha Williams y siempre exagero las cosas?

No... Debe ser Lana quien me ha contagiado el caso de exageranditis crónica.

Giro mi cabeza hacia un lado en la cama, logrando ver en el reloj de mi mesita de noche que ya es algo tarde. ¿Y qué es lo peor? Que tengo sueño pero no puedo dormir, pensando aún en qué haré con mi vida.

Esta ha parecido ser la noche que más me ha costado conciliar el sueño.

—Sam... —una voz suave resonó cerca de mi oído—. Oye, despierta, te necesito —la voz comenzaba a sonar gradualmente más impaciente—. ¡Sam! —abrí mis ojos lentamente, distinguiendo una silueta masculina gracias a la luz de la luna que desbordaba de la ventana de mi habitación.

—Oh... ¿Has venido a convertirme en vampiro? —susurré pestañeando un poco, ya que mi vista aún estaba algo borrosa aún con mis gafas—. Creí haber deseado que vinieras en mi cumpleaños número trece...

—¿De qué hablas? ¡Ya despierta! —recibí el impacto de una almohada en mi rostro.

—¡Oye! —sacudí mi cabeza—. ¿Qué haces aquí? ¿Sabes la hora que es, Bryan? ¡Déjame dormir en paz! —espeté recostándome un poco en la cama.

—Otra vez, ¿de qué hablas? Hace unos segundos estabas más que encantada despertando de tu sueño de quién-sabe-qué. Debía despertarte ya que no creo que sea lo más normal el susurrar cosas como «Oh, Edward, bésame más» cuando se duerme —encendió la luz de la mesita de noche—. Son las siete de la noche, por cierto.

Demonios, olvidé que había adelantado el reloj para evitar llegar tarde a la escuela. Y pensar que casi me drogué tomando píldoras para dormir, pensando que estaba sufriendo insonmio o algo así.

El diario de una NerdDonde viven las historias. Descúbrelo ahora