⭐Capítulo VI: La noche⭐

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A medida que pasaba la que sabía que sería, si todo salía bien, mi última noche en aquella horrible celda, mi cuerpo y mi mente fueron entrando en un estado de tensa inseguridad.

Mañana tendría lugar mi audiencia con el rey Thorir. No sabía aún muy bien cómo, pero Erik había conseguido convencerle de que fuera una reunión privada. Curiosamente, el sanguinario rey de los búrgalos había aceptado. Tenía que admitir que Erik aún no me había fallado en nada que me hubiese prometido. Sin embargo, no estaba muy segura de cómo iba a reaccionar al estar encerrada en un despacho con el hombre que había ordenado asesinar a mis padres.

Apoyé la espalda contra la pared del fondo de la celda, intentando pensar en cualquier cosa que no fuera lo que me esperaba al día siguiente.

Por primera vez, una voz me sorprendió en las sombras, llegando sin que ningún ruido le precediera en las escaleras. Una figura esbelta estaba demasiado cerca de las rejas.

—Tenéis un rostro verdaderamente hermoso, incluso ahora que permanece ensombrecido por la oscuridad de la noche y la penumbra de este lugar. Eso es algo que nunca había esperado encontrar en las facciones de una ascenita.

La voz denotó cierta aversión al pronunciar el nombre de mi pueblo. Mi corazón se encogió y mi rostro lo expresó una milésima de segundo. Demasiado rápido para que el intruso en las celdas lo identificara.

—Me sorprende en demasía que no hayáis bajado antes a verme, lord Ragnar. ¿A qué debo vuestra amable visita?

—He venido a disculparme.

—Vuestro padre ha insistido en ello, ¿cierto? —Mi sonrisa se volvió astuta.

—Muy aguda.

—Estupendo; disculpas aceptadas. Ahora, me gustaría seguir disfrutando de las comodidades de esta asquerosa celda sin vuestra desagradable compañía. Ya conocéis el camino a la puerta. Que tengáis buena noche.

—Sois muy arrogante para ser una prisionera.

—Y vos muy necio para pretender ser el futuro rey de todo el continente. —contraataqué.

Aquella conversación no parecía querer llegar a ningún fin. Era una pérdida de tiempo y aquel hombre estaba consiguiendo ponerme de peor humor. Sin embargo, Ragnar parecía estar divirtiéndose.

—Pronto seréis mi esposa, deberíais ir aprendiendo a controlar la lengua —respondió, acercándose un poco más a las rejas. Pude distinguir su ancha figura relajada a un metro escaso de mí.

—¡Qué pronto habéis deducido que no me negaré a las exigencias de vuestro rey!

—Seré necio, pero sé que ésa es la solución más factible para vos, princesa.

—Eso no puedo negarlo —sonreí—. Esa farsa de compromiso es mi pasaporte a la libertad. No obstante, no tengo por qué trataros bien. Si es afecto lo que buscáis, id buscando a otra. Yo me casaré y luego me marcharé para no volver jamás.

—Entonces, ¿no pensáis quedaros ni siquiera por un corto período de tiempo?

Entrecerré los ojos. ¿Era mi percepción o Ragnar sonaba frustrado?

—No hay nada que me retenga aquí, en esta prisión. No con mi familia muerta y una pasado tan doloroso a la espalda. Una tierra lejana sería idónea para intentar olvidar y empezar de nuevo. Quien sabe, quizás vaya más allá de las Islas Nacientes...

—O, quizás, una noche conmigo después de la boda os haga cambiar de opinión, princesa. —La luna iluminó su sonrisa y sentí un escalofrío. Parecía un lobo relamiéndose ante su presa.

Crónicas de Ascenia ©Where stories live. Discover now