Capítulo 17

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Nuestros labios se separaron suavemente, renuentes la verdad, no quería dejar de besarlo. Pero tenía que hacerlo, tenía que mirarlo y, aunque ninguna palabra saliera de mi boca, decirle lo que sentía.

Su mano izquierda permaneció en mi cadera, donde se había ubicado en algún momento del beso, y la otra estaba en el costado de mi cuello, acariciándolo delicadamente con las yemas de los dedos, algunas de las cuales rozaban mi cabello, haciéndome notar cuan largo lo traía ya.
No estaba hablando, o sonriendo, o llorando; pero sus ojos, como dos ventanas, dejaban ver absolutamente todo lo que sentía. Brillaban de miedo, de incertidumbre, de deseo, y de amor. Me miraba como si fuese, en esos momentos, lo más importante del mundo, lo más valioso, lo más indispensable, como si no pudiera soportar perderme, o arruinar algo.

Si él se siente así, ¿qué tiene de malo que yo lo haga de la misma manera?

-Te quiero – susurré apenas sin ser consciente de ello, pero no me arrepentí. El esbozo de una sonrisa se dibujó sobre sus labios antes de besarme con suavidad y delicadeza mientras me pegaba más a su cuerpo, para acabar abrazándome con fuerza antes de acercar su boca a mi oído.

-Yo también – musitó, haciéndome sentir tan bien, que era imposible que aquel sentimiento estuviera errado. Daba igual que fuera muy rápido, que no tuviéramos una relación tan fuerte como para decir palabras tan cargadas de significado, porque estaba claro que yo no controlaba eso y que de nada servía resistirme.

                           √Π√

El miércoles pasó tranquilo, aunque con el ingreso de un nuevo paciente. Nada grave, el chico, de unos quince años, se había metido en una pelea que poco tenía que ver con él, y había acabado mal parado con un brazo roto y una contusión en la cabeza, pero solo estaría un par de días para observación.

Mi guardia no tuvo nada de extraordinario, más que el detalle de que eché de menos a mi presunto novio más de lo normal, aunque me bastó con verlo llegar cuando yo salía, para poder soportar todo el jueves sin verlo, obviamente con un intenso intercambio de mensajes, fotos, canciones, emoticonos y grabaciones de voz cada vez que él tenía un chance.

El viernes fue una historia bastante parecida, pero a la inversa, él en casa y yo soportando a Catherine que pedía detalles, explicaciones y argumentos sin piedad alguna.

-¿Eres consciente del asco que dais? – preguntó la enana en una de mis visitas.

-Pues anda que tu – contesté refiriéndome a la flor que Liam había dejado sobre la mesa para ella.

-¡No es lo mismo! Lo mío es un amor inocente e infantil – refunfuñó.

-Peque, inocencia y tú, son dos palabras incompatibles para una misma frase – removí su cabello.

-Pues acabas de hacer una – alargó su lengua en mi dirección, y yo no contuve la risa mucho más – además, no solo eres tú, ¿sabes lo idiota que va Calum últimamente?

- ¿Ah sí? ¿Y por qué? – pregunté curioso, aunque imaginándome la respuesta.

-Pues créeme, no tengo ni idea, solo sé que se pasa el día entero pegado al teléfono hablando con su "amigo" – remarcó las comillas en el aire – y que no para de sonreír y pensar en babosadas propias de una chica – "Conocemos el sentimiento" – me da algo de miedo si te soy sincera, no me acostumbro, aunque se le ve feliz – en ese momento, entró un malhumorado moreno a la habitación, lanzando su bolsa contra el sofá y dando un fuerte portazo "Si ella lo dice" - ¿estás bien? – preguntó una sorprendida Catherine.

-Perfectamente, ¿por qué lo preguntas? – ella se encogió de hombros y se lanzó hacia atrás en la cama.

-Hombres – balbuceó al tiempo que tomaba un libro de la mesilla de noche rozando casualmente la azucena del castaño, y se acurrucaba a leer.

Cuddles PrescriptionWhere stories live. Discover now