Capítulo dieciséis

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Cerré los ojos con fuerza, dejando caer mi cabeza entre mis manos, sintiendo que no había ninguna excusa que pudiera decirle en mi defensa. Suspiré, sintiéndome avergonzada y fruncí los labios al ver cómo se reía entre dientes.

—Está bien —dijo, levantándose de la cama para acercarse a mí y abrazarme, apoyando su barbilla en mi cabeza— He tenido varios sueños como esos.

—¿Con quién? —bromeé, mirándolo con una sonrisa divertida antes de giñarle un ojo.

Dylan se rió, cogiéndome de la cintura y acercándome a él rápidamente.

—Contigo.

Inclinó su cabeza hacia abajo, rompiendo con la distancia y juntando sus labios con los míos en un beso desesperado. Ambos nos movíamos con rapidez, sabiendo lo que queríamos, y yo me separé de él, pegando nuestras frentes mientras suspiraba entrecortadamente.

—Creo que... debería ir a casa. 

Dylan se quedó callado, mirándome con la boca entreabierta por un segundo. Entrecerró los ojos y soltó todo el aire que había guardado, con molestia, asintiendo mientras se ponía la ropa. Pasados unos veinte minutos, estaba cerrando la puerta principal de mi casa a la vez que escuchaba el coche de Dylan marcharse, rompiendo con en el silencio de la mañana.

—Buenos días, cariño —musitó mi madre, con un tono un poco bromista mientras salía de detrás de la barra de la cocina y se apoyaba en el marco de la puerta para mirarme, cogiendo su taza de café con una mano.

Forcé una breve sonrisa, apartándome unos mechones de pelo de la cara, y solté las llaves en el bol de la entrada con un suspiro. Mi madre sonrió para ella y le dio un breve sorbo a su ardiente café, poniendo una mueca y dejándolo de nuevo sobre la mesa de la cocina, echándole una rápida mirada al reloj de pared.

Solté el bolso al lado de la puerta, sintiendo que me pesaba demasiado sobre el hombro y me acerqué hacia la cocina, sin decir nada, simplemente a tomar un vaso de agua. Desde que me había despertado del sueño, había sentido un malestar en el cuerpo inexplicable y unas tremendas ganas de beber agua fría. Cuando terminé, dejé el vaso en el fregadero, bocabajo, observando mi reflejo distorsionado en el metal. Fruncí el ceño y sacudí la cabeza rápidamente, dirigiéndome hacia mi cuarto para cambiarme mientras Isaac entraba a la cocina para desayunar, esperando que lo saludara cuando lo vi.

Solté el bolso sobre la cama, sin importar la manera en la que cayera, y me dirigí rápidamente al baño, dándome una ducha rápida y cambiándome de ropa en tiempo record para tener el tiempo suficiente como para bajar y pasar unos minutos en familia. Me recogí el pelo hacia un lado, intentando disimular lo rizado que se me había quedado el pelo, y bajé las escaleras mientras le echaba un rápido vistazo a mi móvil

—¿Ha pasado algo malo? —preguntó mi madre, frunciendo el ceño ante la preocupación y yo la miré extrañada, dejando el bolso sobre uno de los taburetes de la cocina mientras observaba como Isaac engullía su tazón de cereales— ¿O algo demasiado bueno?

Mi madre levantó una ceja, indicándome que, aunque estuviera bromeando, quería que supiera que era un tema serio a tratar. Yo puse los ojos en blanco, negando con la cabeza mientras cogía el cartón de leche y me servía en un vaso.

—No ha pasado nada bueno ni nada malo. Todo está bien... como siempre —sonreí y me encogí de hombros, queriendo cambiar de tema.

—Sabes —comentó mi madre— Os va a sonar un poco raro, pero el otro día me pareció ver a Derek Hale. ¿No vivía ese muchacho en nuestro antiguo pueblo?

Cogí el vaso con un poco más de fuerza y dejé de beber, lentamente para que no pareciera que me afectaba, pero lo suficiente como para poner atención. Cuando me refería a que quería cambiar de tema, no quería decir este...

silence » dylan o'brien (EDITANDO)Onde histórias criam vida. Descubra agora