silence » dylan o'brien (EDITANDO)

Capítulo dos

Mi primera clase en ese instituto era Biología. Genial. Además, por si no fuera poco, tenía dos horas seguidas. Aunque no negaba que había algunos aspectos que me parecían interesantes, no era lo mío. Prefería mil veces antes la literatura y el inglés, escribir y leer libros, pero necesitaba coger una asignatura de más este curso y solo podía ser de la rama científica.

Entré al aula en silencio y la analicé rápidamente. Un aula estándar: mesas, sillas, libros, pizarra, tablón de anuncios... asientos libres en última fila. Sonreí para mí misma y me agarré a la correa del bolso con fuerza antes de avanzar hacia ese sitio que ya tenía mi nombre, esperando así pasar desapercibida y evitar todas las preguntas posibles.

Poco a poco los estudiantes fueron entrando a clase y, para mi suerte, nadie pareció percatarse de mi presencia ni se me quedó mirando por ser la nueva como había ocurrido en la cafetería. Momentos más tarde, Abbey y Summer entraron al aula junto con Dylan. Este último iba con la cabeza agachada mientras las dos chicas discutían con él; parecía que estaban hablando de mí por la forma en la que me miraban y lo empujaban hacia mi sitio. Suspiré levemente, sabiendo que esa obligación solo empeoraría nuestra relación, y me preparé mentalmente para otra sarta de comentarios duros hacia mi persona.

—Hola —susurré cuando se sentó a mi lado, sonriendo levemente.

Lo iba a tomar desde otra perspectiva e iba a intentar no rebajarme a su nivel, pero no podía ignorar la rabia que sentía dentro de mí. Al fin y al cabo, él había comenzado con toda esta situación. Aunque no podía negar que me traía curiosidad la razón por la que era tan frío de buenas a primeras, tampoco iba a ser tan insistente; entendía perfectamente cuando no era bien recibida en un sitio.

Dylan suspiró y soltó los libros sobre la mesa, sentándose cómodamente en la silla y mirando al frente como si fuera más interesante la pizarra vacía o la gente que se aglomeraba en grupos para hablar. Ni una mirada, ni un asentimiento de cabeza, ni un simple gesto... absolutamente nada. Apreté los labios, haciendo una mueca de disgusto para mí misma, y ladeé la cabeza para que no viera mi gesto.

El profesor entró por la puerta, saludando sin muchos ánimos a la clase, y me recliné sobre la mesa para recolocar mi postura. Miré hacia delante y suspiré en forma de queja, sintiendo que esa clase iba a ser interminable. Cuando había pasado lo que parecía una hora de larga explicación, decidí abrir mi cuaderno y comencé a dibujar algunos garabatos para distraerme.

—Señorita Dilaurentis —pude escuchar y levanté la mirada lentamente del cuaderno para encontrarme con la del profesor— Si ha estado atendiendo le resultará muy sencilla esta pregunta.

Sonrió irónicamente mientras me observaba y aguanté la respiración por un momento, sabiendo perfectamente que me había pillado. Me rasqué la nuca con nerviosismo y froté las palmas de mis manos contra mis vaqueros, sintiendo que empezaba a traspirar. Aquí venía una pregunta sobre la que no tendría ni idea; ahora no solo sería la nueva, sino también la tonta.

—Podría repetir la pregunta, por favor —pedí, intentando ganar tiempo.

Miré rápidamente la pizarra, el libro de texto y comprobé que estaba en la misma página que Dylan. El profesor puso una mueca, arqueando una ceja con disgusto, pero repitió la pregunta aunque su tono de voz indicara que no quería hacerlo y que no tenía la paciencia necesaria. Todas las miradas se pusieron en mí, todas las cabezas se giraron, y me reincorporé en la silla al sentir la presión social.

—¿Dónde se genera la sacarasa?

Me quedé congelada por un momento; no tenía ni idea sobre la respuesta. Reaccioné en seguida, entrecerrando los ojos y abriendo un poco la boca, sin saber qué decir, mientras aparentaba pensativa. Apreté con fuerza el bolígrafo que tenía en la mano y empecé a golpearlo contra la tapa del cuaderno que había cerrado instintivamente, haciendo que el profesor se irritara más.