Capítulo cinco

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—Vamos, tengo curiosidad.

Alcé los ojos y miré al techo, aprovechando que mis expresiones no se veían a través de la línea telefónica.

—Ya te he dicho que no es eso, Isaac —repetí y suspiré contra el aparato.

Me di la vuelta, dándole la espalda a las chicas con la intención de bloquear el sonido. Isaac me había preguntado cinco veces sobre el chico que, según él, me hacía estar tan despistada e irascible. Después de negárselo todas las veces que preguntó, dejó de hacerlo para afirmarlo directamente.

—No me puedes engañar, soy tu hermano —ordenó y yo negué con la cabeza.

Mi relación con Isaac siempre había sido buena. Como todos los hermanos, habíamos tenido nuestros roces por culpa de la convivencia; era bastante cabezota e incesable, lo cual conseguía exasperarme a veces. Aun así, nos apreciábamos mucho mutuamente. Ahora que vivíamos más tiempo separados que juntos nuestra relación parecía ser más fuerte que nunca y sentía que podía contar con él para todo, al igual que él conmigo.

—No lo voy a repetir más Isaac —contesté con tono firme, imitándolo.

Si había algo que le gustaba era fastidiarme. Por teléfono era muy fácil, solo tenía que ser insistente para conseguirlo. Sabía que yo no podía hacer nada más que colgarle.

—Nunca me cuentas nada —se quejó y yo le ignoré— ¿Cómo te va? ¿Has hecho muchos amigos?

Guardé silencio y me mordí el labio, pensativa. En general, había sido más sociable de lo que creía que sería. Habían pasado ya unas cuantas semanas y conocía a bastante gente en el instituto. Tampoco podía olvidar al grupo, con el que cada día me llevaba mejor y ganaba más confianza.

—Sí, he conocido a algunas buenas personas... —musité, ladeando la cabeza antes de mirar por encima de mi hombro a las tres chicas que estaban sentadas en el suelo de la habitación de Ali, riendo mientras acababan un trabajo— Todo va bien, aunque no veo mucho a mamá, últimamente trabaja demasiado.

—Lo sé —suspiró él también— A veces no me coge ni el teléfono.

—Ya sabes, el club requiere tiempo, los horarios no son los mejores...

Me mordí el labio y pensé en lo mucho que trabajaba mi madre para mantenernos aquí. Ahora estábamos las dos solas, pero yo cada vez tenía más gastos escolares y me preocupaba que fuera un problema.

—Confío en que estarás bien, eres lista e independiente.

Sonreí ante su elogio aunque no pudiera verme, sintiéndome agradecida por su apoyo. Eso era lo malo de hablar por teléfono, no poder demostrar más allá de las palabras. Echaba de menos ver a Isaac, sus expresiones faciales tan graciosas y sus muecas descaradas.

—¿Crees que mamá me dejará estar detrás de la barra? —sugerí y me encogí de hombros.

—Estás loca, te mataría.

—Ella se lo pierde, sería de gran ayuda —aseguré, imaginándome de barista aun cuando probablemente sería horrible en ello— ¿Cómo estás tú? ¿Qué tal por Frederick?

Frederick era una ciudad del estado de Virginia, era algo más grande que un pueblo pero más pequeña que una ciudad. Durante muchos años, ese había sido el lugar en el que había vivido; ahí nací y crecí, y lo recuerdo con mucha ternura y nostalgia. Uno de los lugares más bonitos y acogedores que jamás había visto, mi sitio favorito en el mundo... pero no todo, ni todos, eran tan agradables y acogedores como sus plazas y calles.

—Bien, todo va bien por aquí. No ha cambiado mucho desde que te fuiste —bromeó y lo escuché sonreír a la vez que yo lo hacía— Hay gente que me sigue preguntando por ti.

silence » dylan o'brien (EDITANDO)Where stories live. Discover now