Capítulo uno

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Nunca es fácil ser nueva en un lugar, aún menos en el último año de instituto, donde lo más importante son las apariencias y no puedes fiarte mucho de los demás. La mayoría tenía un grupo de amigos ya forjado desde varios años atrás y que ahora alguien irrumpiera en el grupo... era raro. ¿Y cómo haría amigos así?, porque no sólo era nueva en el instituto, también lo era en la ciudad. Conclusión: estaba sola, confundida y perdida. ¡Y asustada!

Qué hago... repetía una y otra vez en mi mente. Estaba nerviosa, muy nerviosa, y por mucho que quisiera, que tampoco era el caso, no podía despegar los pies del suelo y seguir caminando.

Miraba la puerta que tenía delante, debatiéndome sobre qué decir y rogando porque nadie quisiera salir y me diera un golpe en la cara. Y era, justamente, la puerta de administración junto con la oficina del orientador.

Agarré con fuerza la correa del bolso y entré decidida a la oficina. El gran mostrador blanco, a juego con los colores del instituto, se extendía hasta tocar las paredes. A la derecha, una puerta con un gran cristal translúcido en medio dejaba adorar las brillantes letras de 'Sr Beth'. Una fila de sillas rellenaba el resto de la sala y sólo una de ellas estaba ocupada por un chico que no dejaba de mirarme. Su mirada era intimidante, pero a él no pareció importarle que le correspondiera con el ceño fruncido, molesta por su descaro, y continuó con su labor de analizarme por completo.

Me acerqué al mostrador, ignorándolo por completo, y sonreí a la señora que ocupaba el puesto. Dejé una carpeta con papeles encima de la mesa en la cual iban todos mis datos personales y ella leyó en voz alta mi nombre:

—Bree Dilaurentis. ¡Ah claro, la chica nueva! Iré a por tu horario y tus libros. Toma asiento, corazón.

Suspiré y me encaminé hacia una de las sillas. El chico seguía ahí mirando hacia donde estaba antes con una... ¿eso era una sonrisa? La esquina de su boca se elevaba tan poco que no sabría decirlo. Me senté lo más alejada de él que pude y empecé a mover una de mis piernas mientras esperaba, estaba claramente nerviosa.

—Para —dijo, con una voz ronca que me hizo estremecer.

—Lo siento, estoy nerviosa —balbuceé, intentando sonar simpática; no parecía muy amable.

El chico levantó la mirada de sus asuntos mientras encaraba una ceja y suspiraba como si mi voz fuera el sonido más irritante del mundo.

—No me importa.

Lo miré con incredulidad y luché por no dejar caer mi mandíbula ante la sorpresa. Lo observé durante un breve instante mientras intentaba dar con algún comentario ingenioso que consiguiera herir su ego, pero mi única respuesta fue rodar los ojos y negar, apartando la mirada hacia otro lado mientras notaba como mi pierna se movía con más fuerza.

—¿Cuál es tu problema? ¡Has empezado tú a hablarme! —exclamé furiosa.

Si todas las personas que conociera iban a ser igual de agradables como él, me iba a quedar muy sola este curso.

—Ahora mismo tú, y tu voz irritante.

Apreté los labios con fuerza, sentía que estaba al borde de gruñir de la rabia. Sus comentarios fuera de lugar, junto con el tono orgulloso, habían conseguido alterarme en el poco tiempo que llevaba en esa habitación. Miré rápidamente al mostrador para comprobar que la secretaria seguía sin llegar con mis papeles.

—¿Por qué no dejas simplemente de contestarme? —espeté, apretando la mandíbula ante su actitud tan desconsiderada.

El chico apartó su mirada de mí, todavía con una sonrisa divertida, y se concentró en hacer otras cosas con su teléfono mientras olvidaba completamente que estaba ahí fuera, sentada a unas sillas de él. Se tomó las palabras al pie de la letra y, una vez me llamó la señora y me entregó todo lo necesario, además de desearme buena suerte, desapareció cuando me giré para salir.

silence » dylan o'brien (EDITANDO)Where stories live. Discover now