1: Una mirada al pasado

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De apoco y tortuosamente comencé a sentir como mi pecho se encogía. Saqué el baúl que se encontraba debajo de la cama de mi mamá, deslizándolo poco a poco hasta que logré tenerlo a mi total alcance. Mordí mi labio inferior con nerviosismo e introduje la llave que con mucho esfuerzo había conseguido. Cerré los ojos con fuerza y la giré, con mucho cuidado, ya que temía que esta en cualquier momento se rompiera ya que era una llave bastante antigua. Ya me podía imaginar al pequeño artilugio haciéndose polvo sobre mis manos. Un sonoro crujido se escuchó en la habitación provocando que mi cuerpo saltara del susto. Me giré rápidamente y observe la puerta, seguía cerrada. Volví la vista hacia el pequeño baúl y fruncí el entrecejo.

−Así que fuiste tú –murmuré y quite la llave. De inmediato la guardé en mi bolsillo.

Hice crujir mis nudillos y luego, con ansias, abrí el polvoriento y viejo baúl. Recorrí con la mirada toda la basura que mi madre guardaba allí. Eran demasiados cachureos, así que comencé a hurguetear. Solo me interesaba una cosa, nada más una y era la vieja nota que había dejado mi padre al morir.

Aun me dolía pensar en él. No es como si hubiéramos sido como uña y carne, pero su ausencia y los pocos recuerdos que compartíamos seguían latentes en mi vida. Si, no lo negaré. No fue el mejor padre del mundo. Más bien diría que era todo lo contrario. Era rezongón y se fastidiaba con mucha facilidad. Solo le importaban sus investigaciones y no tomaba en cuenta a nadie, pero aun así le quería y admiraba.

Sacudí la cabeza con frenesí tratando de dispersar mis pensamientos y continúe buscando la vieja nota. No me tomó mucho dar con ella. La guarde en uno de los muchos bolsillos que tenía mi pantalón y cerré el baúl con delicadeza. Me levanté, hice crujir nuevamente mis nudillos y me estiré. Un pequeño bostezo se escapó de mi boca. Se me había olvidado que no había dormido nada la noche anterior mientras ideaba la manera de hurtar la llave.

Sonreí con satisfacción y con un puntapié devolví el baúl a su lugar. Corrí hacia mi cuarto y cerré con picaporte la puerta una vez allí. Saqué la nota de mi bolsillo y la coloqué sobre el escritorio. Me senté sobre este mismo y la contemple.

Nunca logré comprender del todo el porqué mi mamá me había arrebatado la nota para luego esconderla. Su plan era mantenerla fuera de mi alcance, pero ¿Por qué? ¿Qué había de malo con el hecho de que yo la tuviera? Quizá la respuesta era mucho más sencilla de lo que parecía, pero yo no lograba dar con ella.

Me froté las sienes con mis delgados y largos dedos y me puse a pensar. No importaba el porqué, la verdad no importada en lo absoluto el ponerme a pensar en ello. Lo que ahora de verdad importaba era una cosa: ya había conseguido la nota. Ya me podría poner a investigar por fin el asesinato de mi padre. Este papel viejo y maltratado era la clave de todo.

Desde que Roby, el científico loco y desatolondrado –Como solían llamarle muchos en el pueblo− murió el caos se había desatado en la ciudad. Ya era bastante perturbador la muerte de un ciudadano. Pero los detalles de la muerte de mi padre eran para esconderse en casa y no salir nunca más en la vida. No todos los días se encuentra a una persona muerta sobre el tejado de una casa. En este caso sobre el tejado de mi casa. Mi papá. Mi tejado. Mi dolor.

Pero alto ahí. Mi papá no fue el único. Como había dicho. Luego de la muerte de papá el caos se desató sobre Vermont. Familias completas desaparecieron sin dejar rastro alguno, al igual que muchos adolescentes. Los típicos, esos chicos que se esconden en los bosques para beber y drogarse. Para pasar un buen rato. De seguro nunca se imaginaron cual sería su destino. Todos muertos, tirados a la deriva. ¿Era esto un indicio de un asesino en serie? Nadie sabía.

Forbidden ~ Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora