Cuando el hijo de Hades salió de la casa grande con la carta en el bolsillo, se encontró al rubio apoyado contra la pared, con una pierna flexionada y los ojos azules encerrados, mirando hacia arriba.
— Amo el sol. —soltó sin tan siquiera mirar a Nico.
— Qué asco —susurró para sí el menor, arrugando la cara— ¿sabes? Estás de un raro que no es normal ni siquiera en ti, y ahora salgo y te veo ahí apoyado, tan... Tú.
El hijo de Apolo cerró los ojos y sonrió.
— Siento si te he asustado antes, calaverita —Will sonrió aún más— Ha sido solamente que era la primera vez que tomaba repercusiones contra alguien, y ha sido divertido —se sonrojó, haciendo que todas sus pecas resaltaran aún más contra su piel— y, además, lo de ayer me descolocó un poco.
Sabía que Nico se iba a sonrojar. Al menos no era el único rojo ahí.

Una voz grave sonó.
— ¿Alguno de vosotros puede decirme que hace una hija de Afrodita gritando en medio del lago?
Will abrió los ojos y vió que detrás de su oscuro amigo se cernía un centauro muy enfadado.
— Ha sido Nico —acusó instintivamente el líder de la cabaña 7.
— Arderás en el Tártaro, Solace —le amenazó el rey de los fantasmas con una mirada asesina.
— Los dos a sacarla de ahí ¡AHORA!

— Gracias por ayudarme a convencer a las náyades de que nos ayudarán eh —ironizó un hijo de Apolo muy indignado— ¡Lo he tenido que hacer todo yo solo!
— No les caigo muy bien a las mujeres del agua —Nico se encogió de hombros— Además, tú siempre vas diciendo que eres encantador, no deberías haber tenido ningún problema con ellas.
Will abrió la boca para protestar pero no salió de ella ningún sonido, Nico lo había clavado.
Él era encantador ¡le caía bien a todo el mundo!
Sin embargo, las náyades eran criaturas del mal. Cuando se había acercado a negociar con ellas, primero le calaron de arriba a abajo, después se rieron de él, y cuando intento establecer una conversación civilizada se dedicaron a mirarle como si se lo quisieran comer.
Cuándo al fin accedieron a empujar la barca de Drew hasta la orilla, Will se dio la vuelta y se encontró a Nico detrás suya.
El hijo de Hades, al darse cuenta de que el rubio volvía a estar pendiente de él, apartó la mirada rápidamente.
— Por todos los Dioses, Solace —Nico arqueó una ceja— ponte algo seco y vamos a desayunar.

— ¡No!
— ¡Sí!
— ¡No!
— ¡Sí!
— ¡No!
— Se supone que tú eres una persona positiva, deberías estar diciendo sí —intentó persuadir Nico.
— ¡Lo soy! Pero la respuesta sigue siendo no, me niego a que tomes helado para desayunar.
Sus hermanos, Kayla y Austin, parecían muy divertidos con la escena y se dedicaban a cuchichear en vez de intentar ayudarle a quitarle al hijo de Hades esa estúpida idea de la cabeza.
— No puedes desayunar helado, ¡es un postre! —explicó Will.
— ¿Ah no? Mira como lo hago —dijo mientras se metía una cucharada de helado de limón y trufa en la boca— y pienso almorzar comida de desayuno y cenar comida de almuerzo.
Si en vez de ser hijo de Apolo hubiese sido hijo de Ares, el moreno ya se habría llevado alguna que otra patada.
— Deja al pobre chaval que desayune lo que quiera —intervino Austin— no eres su padre, Will.
— Soy su doctor.
— Eres el doctor de todo el campamento. Pasas tanto tiempo pegado a Di Angelo que seguro que hasta te ha visto brillar —se burló su hermano.
Nico le miró acusadoramente, como si fuera su deber brillar para el hijo de la oscuridad.
— ¿Tú le has visto brillar? —preguntó el chico del helado. Después miró más detenidamente a Austin y añadió— ¿Tú brillas?
Austin se echó a reír.
— Lo primero, de los hijos de Apolo, solo él ha conseguido brillar por ahora —señaló a su hermano con el dedo— Y lo segundo, sí, sí he visto a William brillar, fue muy divertido —el aludido se dió con la palma de la mano en la frente— No te golpees hermanito, lo sabes.
— No hace falta que sigas...—intentó Will.
— Fue cuando le reconocieron en la hoguera —relató ignorando al rubio— estaba claro que si no lo mandaban con Afrodita, sería de Apolo...

El Sol de tu LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora