14. Un fin de semana... diferente.

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— Me explicas ya mismo lo que acaba de pasar — ordenó Lola, tomando a Mia del brazo, mientras ambas veían a Travis y a su madre en una esquina, discutiendo.

— Realmente, Caroline, no tengo idea — fue sincera —. Mejor me voy a preparar para las clases — siguió con voz neutra, muy sorprendida por lo sucedido.

Entre lo sucedido con Travis en la fiesta, su  esfuerzo por evitarle, la pelea de Rush y la emoción del primer día, Mia había olvidado un pequeño detalle. — Hola, princesa — saludó Jared, el bastando de su novio.

El arranque de adrenalina de la chica se había esfumado, dejándola indefensa frente al chico que le había sido infiel. — Ni se te ocurra tocarla — intervino Lola, al ver las intenciones de Jared de abrazar a Mia.

Él frunció el ceño. — ¿Qué demo..?

— No, no actúes como si no hubieras hecho algo malo — siguió Caroline. Mia no podía hablar debido a que las ganas de llorar le cerraban la garganta —. Te lo advierto, Jared. Retrocede.

El nombrado obedeció. — ¿Puedes explicarme al menos qué demonios anda mal?

Mia le miró a los ojos. Puede que ella no gozara de una mirada atemorizante ni furiosa, pero tenía un don aún mejor: su mirada era sincera, y expresaba exactamente lo que ella estaba sintiendo. — Jared, sabes lo que hiciste, hablar de eso es una pérdida de tiempo. Es obvio que terminamos, espero que esa chica haya valido la pena — y caminó lejos de él.

— ¿Sabes qué?, sí lo hizo — informó, con el orgullo herido por ser a quien terminaban —. Me acosté con ella y lo disfruté demasiado. Ella era una diosa del sexo, no como tú, jodida virgen.

Algunos compañeros oyeron eso y, disimuladamente, intentaron prestar más atención a la picante conversación. Pero Mia no volteó, ni siquiera se detuvo, no valía la pena perder el tiempo en una discusión de ese estilo.

El sexo no era como una medalla de oro que llevas en el cuello, presumiendo a todos. ¿Por qué la gente hacía eso?, ¿te hacía más hombre o mujer tener más parejas sexuales?, ¿por qué no solo tenían sexo por placer, lo disfrutaban y cerraban la maldita boca?; Mia no lo comprendía.

Lola la abrazó por los hombros y fueron a sus respectivos dormitorios a prepararse para la primera clase del día. Esa pensión universitaria consistía en una enorme mansión compuesta por veinte habitaciones con salas de estar y baño propio, pero había solo una cocina y un comedor común, ubicados en la planta baja. La señora Kate se encargaba de cocinar y dirigir al personal de limpieza.

— Logan llegará recién el viernes — avisó Lola, leyendo un voz alta el mensaje que le acababa de mandar su amigo —. Dice que no tiene ganas de venir a perder el tiempo con presentaciones.

Puso los ojos en blanco. — Dile que es un maldito — tomó lo necesario para darse una ducha y fue hacia el baño —. Y también un irresponsable, ¿qué clase de abogado será?

Lola sonrió por lo exagerada que era su amiga. — Voy a prepararme, Lady Mia, volveré en media hora — y se dispuso ir a su propio dormitorio, en el otro extremo de la casa. Acababa de cerrar la puerta cuando chocó con alguien.

— ¡Tú!, ¡tú eres la amiga de la lindura! — apuntó Travis —. ¿Este es su dormitorio?

Lola entró en pánico. — No, estás confundiéndome con alguien más — agachó la cabeza e intentó irse.

Él negó. — No eres nada fácil de olvidar, enana de fuego — se burló, haciendo referencia a su cabello rojo.

Le miró enojada. — Eres un auténtico idiota. Quítate de mi camino — le empujó, pero él la tomó del codo.

Adicciones (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora