25. ¡Un poco de honestidad aquí!

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Los chicos ya se encontraban juntando sus cosas esa tarde, listos para volver a la ciudad y a la tranquila y aburrida rutina de las clases y tardes de estudio. Mia se encontraba subiendo sus bolsos en el vehículo de su primo, con la música explotando en dudas oídos gracias a sus auriculares.

Sí aún podía oír a la gente hablar, entonces la música no estaba lo suficientemente alta.

Sonrió ante esa idea y giró para ayudar a los demás a juntar todas las cosas; no pudo dar ni un solo paso, pues chocó contra el duro pecho de alguien. Travis sonrió y movió los labios, pero ella no escuchaba, así que se sacó los auriculares.

— ¿Qué dijiste?

Se cruzó de brazos frente a ella. — Tan solo quería saber qué tan desesperada estás por acostarte conmigo, teniendo en cuenta que acabas de saltar sobre mí.

Empuñó las manos. A la mierda, el chico ni siquiera valía la pena su tiempo. Dio un paso al costado para deshacerse de él, pero Travis volvió a colocarse frente a ella. — Déjame en paz. ¿Qué te he hecho para que seas así conmigo?

Alzó una ceja. — ¿Aparte de coquetear conmigo, besarme, desnudarme y luego dejarme con una enorme erección y una aún más grande frustración sexual, sin siquiera dignarte a explicarme algo o verme al otro día? — se encogió de hombros —. Nada, supongo.

Mia quiso contestar de mala manera, quiso igualar su tono sarcástico y hacer que retrocediera, pero no pudo. Abrió y cerró la boca tal vez cinco o seis veces sin que nada saliera de ella. — Lo siento — fue lo único que pudo ofrecerle después.

Él sintió que esas palabras le golpearon. Duro. No se esperaba una disculpa. ¿Una confrontación?, excelente, podía lidiar con chicas gritonas e histéricas. Pero debió haberlo sabido, Mia no era de ese tipo. Ella era diferente.

La chica agachó la cabeza. ¿Cómo se hubiera sentido si la situación hubiese sido al revés?; lo sabía: avergonzada, humillada, usada, y un montón de etcéteras. Estaba tan ocupada preocupándose por sus sentimientos que no tuvo en cuenta los de Travis. Y sí, el chico la había humillado y tratado mal desde entonces,  pero cada uno lidia con la mierda de forma diferente.

— Mia... — su nombre en sus labios nunca fue dicho de forma tan suave, sin ni un ativismo de sarcasmo o burla.

Levantó la cabeza y le miró a los ojos, había algo turbio en los ojos de llamar chica, como el gris del cielo antes de una tormenta. — No lidié con eso de la mejor forma, pero tú tampoco, Travis. Al menos yo no te lastimé con intención, como tú lo haces conmigo, yo no quise hacerte sentir mal.

Frunció el ceño cuando ella comenzó a alejarse. — Mia, tenemos que...

— Bebé, te estaba buscando — Adriadne se apretó al brazo del chico, frotando sus pechos contra la piel de su novio —. ¿Ya nos vamos?

Travis miró una última vez a Mia antes de asentir y alejarse junto con la chica que colgaba de su brazo.

Madison suspiró pesadamente. No quería volver a casa aún, era tan perfecto poder escapar de la realidad, aunque sea por un corto periodo de tiempo. Además, después de que Rush la echara de su tienda la mañana anterior, no habían hablado mucho, tan solo las típicas frases cordiales que uno le ofrece a los extraños.

Kay se apoyó junto a ella, pero pronto se irguió, pues el auto se encontraba caliente y le había quemado la espalda. — Suéltalo ya, Maddy.

— ¿Qué? — preguntó confusa.

Puso los ojos en blanco. — Madison, literalmente te conozco de toda la vida, incluso desde antes de nacer. No me jodas — ella volvió a suspirar, pero aún no decía algo que le diera una piesta a su hermano de lo que estaba pasando —. Es sobre Rush, ¿verdad?

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