CAPÍTULO 23.

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No dejaba de mirarlo.
De pronto, alguien apareció al fondo del pasillo nuevo.
Avanzaba lentamente y no podía ver bien quién era.
Miré hacia atrás para ver si era verdad que había alguien detrás mío.
Pero en el pasillo viejo no había nadie, solo yo. Lo cual me aliviaba.
Al volver a mirar el espejo vi a la misma mujer delante mío.
Pero si el espejo seguía ahi, ¿dónde estaba mi reflejo?
Parecía que ella lo tapaba, pero eso era imposible. Por un momento pensé que quizás fuese ella mi reflejo.
La miré a los ojos, escrutandolos.
No me gustó lo que me transmitían, y me aleje de ella, o más bien, del espejo.
¿Qué quieres de mí?- dije casi sin voz y llorando.
Ella no decía nada, solo me miraba.
-¡Qué quieres de mí!- dije furiosa mientras las lágrimas acariciaban lentamente mis mejillas.
-¡Dímelo!- volví a gritar.
-¡Dimelo, joder!- dije yendo hacia ella a paso rápido. Ya que me había alejado bastante.
-¡Deja a mi familia en paz! ¡Deja de torturarme así!- dije cada vez con más fuerza.
De pronto, al ver que no hacía nada, di un puñetazo al espejo. Lo que hizo romperse y yo rajarme los nudillos.
Cuando me quise dar cuenta había desaparecido.
Me miré las manos llenas de sangre.
Me arrodillé, con la cabeza agachada y mi espalda encorvada, ya que esto me superaba.
Gritaba, lloraba y estaba muy furiosa.
Íbamos a morir y no sabía qué hacer para pararlo. No tengo ninguna solución. Todo iba a acabar tarde o temprano.
De pronto, dos manos aparecieron detrás de mí ,agarrándome la cara. Tapándome la boca y los ojos.
Yo pataleaba, intentaba quitar aquellas manos de mi cara. Las cuales me estaban haciendo mucho daño.
Gritaba, gritaba con todas mis fuerzas.
De pronto, me soltaron y rápidamente me di la vuelta.
Vi que era ella.
Estaba muy furiosa y eso me aterraba.
Se acercó a mí rápidamente.
Su nariz no rozaba la mía por poco.
Me miraba a los ojos y mientras se alejaba gateando, me dijo con voz ronca:
-Los ojos son la puerta del alma-.

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