15. Dulce y Amargo.

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Desde esta parte, todo será narrado en tercera persona, creo que será más sencillo pa'mi de esa forma xdxd.

Las horas pasaron. Jhin aún se encontraba inconsciente por la golpiza que la vastaya le había dado y Jinx pateaba la nieve, aburrida. Yasuo tocaba una triste melodía con su flauta de madera, la cual se llamaba shakuhachi. Mientras lo hacía, pensaba en las palabras de Jhin. ¿Eran ciertas? Pudo recordar que él reveló sus sentimientos y los de su compañera quimerica, aunque lo segundo no fue tan obvio. ¿Ahri había notado eso?, ella estaba muy fuera de si en esos momentos, no parecia escuchar palabra alguna. Yasuo vagaba en sus memorias, recordar algunos momentos era similar a tragar cristales rotos. Dolía. El dolor por lo que fueron y sus consecuencias era lo que tenían en común ambos jonianos; ambos intentaban redimirse, pero él no era capaz de encontrar al causante del crimen del cual lo culpaban; y ella no podía controlar su hambre y deseo de sentir más emociones humanas.

Ahri se mueve un poco en la comodidad que le brindaban las musculosas piernas del forajido, abre sus ojos lentamente, frotando estos, de manera delicada, con la palma de sus manos. La vastaya mira a su contrario, sin antes echarles un vistazo a sus prisioneros.

El castaño mantenía la mirada en el suelo, su entrecejo arrugado demostraba seriedad. Él se encontraba igual de perdido que Ahri hace unas horas. La vulpina mujer posa su pequeña y delicada mano sobre la mejilla del menor, logrando sobresaltarlo. Su piel estaba helada, y eso logró volver a Yasuo a la realidad. Su mirada de enfado asustó a su contraria, quien deja caer sus orejas hacia los lados, hasta que él suspira.

—¿En que pensabas? —pregunta Ahri, dándole la espalda al espadachín.

—Hechos sin importancia. —miente.

La vastaya no cae en esa mentira. Pero no iba a forzarlo a hablar sobre un tema que quería esquivar. Ellos se quedan tranquilos debajo de la sombra que un árbol les brindaba. Jinx se había dormido gracias a la triste y aburrida canción que Yasuo tocaba hace unos minutos, mientras que Jhin fingía estarlo, tratando de desamarrarse.

El silencio reinaba el bosque, eso preocupó al virtuoso, que sabía que la vastaya podía oír sus casi silenciosos movimientos.

—Ahri. —llamó la atención el espadachín, escondiendo la shakuhachi en su holgado pantalón.

La mujer zorro lo mira, demostrando que tenía su atención. Jhin sonrió victorioso bajo la máscara.

—¿Hay algo que te preocupa? —preguntó Ahri, al ver la expresión tranlevantar levantar sparante de su contrario.

—No —niega con su cabeza dos veces para luego levantar su mirada, encontrándose con los ojos ámbar de su contraria. —, solo quería hacerte una pregunta.

La vastaya aprieta sus labios, esperando.

—¿Qué piensas acerca de lo que Jhin dijo? —preguntó Yasuo, alejando la vista de la mujer, entrecerrando sus ojos para así ver con claridad a Jhin, quien se percató de aquello y dejó de moverse.

Ahri suspira, abraza sus piernas, ocultando con sus colas la parte de su trasero que la falda no cubría.

—Ha dicho tanto que no sé a que tema te refieres. —contesta ella, triste.

—En general. ¿No te intriga que él sepa tanto de los dos? De algo tan actual.

La vastaya sonríe de lado al darse cuenta del tema al que se refería.

Mi Flor de CerezoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora