11. Monstruo.

1.3K 87 8
                                    

Ahri, la vastaya de nueve colas.
Aquella noche fue un desastre. Wukong y Yasuo se habían pasado de bebidas, llegaron al punto de caer inconcientes... Cuando eso pasó, el lugar se convirtió en una zona de guerra.

Como era predecible, Wukong fue el primero en caer desmayado. Yasuo resultó vencedor, y al estar muy ebrio, empezó a buscar pelea en bar. Se metió con el freljordiano que me había estado viendo desde que habíamos puesto un pie en esa taberna. Recuerdo que corrieron las mesas para que puedan pelear sin obstáculos. Antes de que Yasuo caiga inconsciente, le suplique que no haga aquella tontería.

—Debo defenderte, no te ha quitado los ojos de encima desde que llegamos, y eso ya ha empezado a molestarme. —me contestó, para luego meterse entre la gente y poder pelear con Gragas.

Obviamente lo seguí, sabía que en cualquier momento tendría que actuar para que no lo asesinen, aunque no quiera lastimar a nadie.

Antes de que la pelea comience, el espadachín cae inconsciente; momentos anteriores de que su cabeza golpee contra el suelo, corro a evitarlo. Los hombres y vastaya del lugar me miran, los últimos mencionados se retiran de la taberna. No eran tan tontos como para no saber lo que seguiría.

Arrastre a Yasuo hasta nuestra mesa, y lo acomodo junto a Wukong, el cual se encontraba recostado debajo de dicha mesa. Al enderezarme para pedirle ayuda a la encargada de la taberna me topo con 5 hombres. Tres de ellos eran cazadores.

Me querían por mi cuerpo y colas.

Luego solo recuerdo destellos de luz y las memorias de aquellos hombres, que por supuesto, habían tenido una hermosa vida... Hasta que se las arrebate.

Ya era de día, Wukong se había marchado temprano, con un dolor de cabeza terrible y con temor a llegar a los brazos de Yi, y que este lo regañe por haber bebido.

Yasuo aún dormía con su cabeza apoyada en mi regazo. Su respiración era muy tranquila. Acaricio su largo cabello con mis dedos, quitando la nieve que había en este.

La nieve helaba mis piernas, suplicaba en silencio que Yasuo despierte, aunque una parte de mí no quería que lo haga, se veía tan dulce de esa manera.

Tan tranquilo.

El hombre empieza a moverse, hunde su rostro en mis piernas y luego abre de forma lenta sus ojos. Inmediatamente se aleja de mí, avergonzado.

—¿Ya es de día? —pregunta, tocando su cabeza con su mano.

Estaba adolorido, más que Wukong.

—Sí. Será mejor apurarnos para llegar a la cueva, allí tengo unas hierbas que lograrán que tu dolor de cabeza desaparezca. —digo, levantandome del suelo, sacudiendo mi falda.

—¿Tan lejos estamos? —pregunta, cansado.

Asiento.

—¿Qué hay del pueblo de por aquí? Seguro las venden... —propone.

—No. —me niego de inmediato, Yasuo frunce el ceño, preocupado.—Ayer descubrieron quien eras cuando empezaste a buscar pelea y a confesar todo tu pasado. —mentí.

El espadachín abre los ojos como platos y y golpea su cabeza con su dedo índice.

—Lamento lo de anoche... Qué estúpido fui... Seguro quisieron tocarte aquellos degenerados, y gracias a mi ebriedad no pude protegerte... —comienza a decir, ocultando su rostro en sus manos, con frustración.

—No pasa nada. —interrumpo, algo sorprendida por su preocupación.—No tienes porqué preocuparte por mí.

Yasuo no dice más.

Mi Flor de CerezoWhere stories live. Discover now