sechszehn.

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La puerta de mi habitación se abrió de golpe y chocó contra la pared, haciendo que los cimientos se estremecieran.

Dejé la mochila, o mejor dicho, la tiré por algún lado, y mi respiración comenzó a acelerarse.

—No es posible que hagas esto —grité enfurecida. También estaba nerviosa por él, pero más molesta que nada—. Haces esto para hacerme sentir mal.

—¡Lexie! —Exclamó—. Mierda, es cierto todo lo que te dije. Y no fue para que vengas conmigo otra vez como si nada hubiera pasado —habló alterado. Su rostro se volvía rojo a medida que articulaba sus palabras—. Creí que era necesario que lo supieras, ¡no te obligaré a volver!

—Y aunque lo hicieras, eso no sucederá. Y Tris... no puedo imaginarme... —mi voz se fue apagando. Estaba triste por él, me dolía que él sufriera—. Es desgarrador.

—El ojo izquierdo ha estado fallándome desde la última operación, desde que dejamos lo nuestro —sonrió de lado, incómodo al recordar aquello—. La verdad es que estoy parcialmente ciego, pero el derecho está limpio.

—Lo siento mucho.

—Yo también —se rio—. Y quiero que tengas en cuenta que no estoy atándote a mí otra vez. Si quieres estar, lo apreciaré por siempre, y si no, lo entenderé. Mereces mucho más que cuidar a un enfermo de cáncer.

—No intentes compadecerte para darme lástima.

—Alexis.

—Bien, bien —suspiré. Ya con más calma, me senté a la orilla de la cama y empecé a trenzarme el cabello—. Yo... tengo que pensarlo.

Asintió distraídamente y me imitó al sentarse en la cama, a la misma altura que yo. Vi que su mano temblaba, probablemente luchando con el ansia de colocarla sobre mi rodilla. Terminé con eso y yo misma busqué su mano para reconfortarlo. Él lo necesitaba más que yo.

—La operación es en cinco días, en el hospital de siempre.

—Gracias por decírmelo —intento mostrarle una sonrisa, pero mi gesto parece de todo menos eso—. ¿Cómo están tus padres? Me refiero a todo esto.

—Papá se fue hace una semana.

—¿Se... fue?

—Sí, así es. Nos dejó el dinero para todo el tratamiento que me falta, y una nota adjunta que decía "lo siento mucho" —bufó—. Se fue.

Iba a decirle precisamente eso. "Lo siento mucho" ya no parecía suficiente. Preferí quedarme callada para darle a entender lo muy mal que me sentía al respecto, y no podía entender por qué aquel hombre había tomado esa decisión. Siempre estuvo con Tristán y jamás creí que sería capaz de hacer eso.

—En fin, no quería que esto terminara así. Yo vine para invitarte a salir un rato, no parece un día para quedarse en casa.

—¿Aún sigue en pie lo del café?

—Si así lo deseas, claro que sí, Lex.

Extrañaba su manera de hablarme, pero me obligué a mí misma a no ilusionarme nuevamente con sus palabras. Quería suponer que no estaba haciéndolo a propósito, sino nada más para mantener un vínculo entre nosotros.

—Entonces vamos.

En los ojos de Tristán | LIBRO IIWhere stories live. Discover now