drei.

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"Dolor de cabeza. Extráñame hoy."
—Tris.

Maldije por lo bajo. Junto al mensaje apareció la advertencia de que estaba quedándome sin batería.

Una parte de mí esperaba no ver a Tristán ese día en la escuela. Ya tenía mucho tiempo que él había dejado de asistir constantemente, y era por el hecho de que no dormía bien y no podía mantenerse despierto en clases. Sus padres hablaron más de una vez con todos los profesores y estos les dijeron que, lo mejor para Tristán, era que estudiara en una escuela abierta. Ellos se negaron rotundamente, pues creían que era normal la falta de sueño y el cansancio que traía a su hijo por los suelos.

Hacía tiempo que no hablaba directamente con sus padres, y era triste, porque yo los estimaba y ellos a mí. A veces me apenaba pasar días enteros en su casa y sin verlos, pues Tristán creía que lo mejor era encerrarnos en su habitación.

Después de clases, conduje el maldito auto —ya cargado con gasolina— hasta el complejo de departamentos de la familia de Tris. Lo estacioné donde siempre y jugué con las llaves hasta que llegué a la puerta de su vivienda.

—Hola, señora—me recibió con una sonrisa amable y hasta un abrazo—. ¿Está?

—No, Lex, lo siento. Tristán y su padre han salido...—leyó su reloj y negó con la cabeza—. Pero puedes pasar si gustas.

—No quiero ser un problema.

—Tranquila, estaba leyendo en mi habitación. ¿Quieres esperarlo aquí?

—Muchas gracias. Y me alegra verla.

—A mí también, linda.

Ella era una mujer muy hermosa. Usaba lentes pequeños y su cabello estaba arreglado en un moño perfectamente ordenado. Su perfume siempre me era característico. Tristán y su madre tenían los mismos ojos: azules profundos como el océano.

Ella siguió de largo a su recámara y yo entré a la de mi novio. Busqué el cargador de su teléfono para poder conectar el mío y lo dejé sobre la mesita de noche. Encendí la lámpara de lectura porque, por alguna razón, su habitación siempre estaba a oscuras.

Su laptop parecía estar hibernando porque el botón de inicio se encendía y se apagaba repetidas veces. Me senté sobre la cama y la tomé, para después pasar el dedo por el mouse y la pantalla iluminó mi rostro.

Tenía una foto de nosotros como fondo: estábamos en un restaurante cerca de la Torre Eiffel. Mis padres nos habían llevado a París y por supuesto no me iba a ir sin Tristán.

Decidí abrir el navegador para entrar a Facebook ya que mi teléfono había muerto minutos atrás.
Había varias pestañas de Google abiertas. Todas hablaban de lo mismo.

Insomnio
Insomnio crónico
Astrocitoma pilocítico juvenil
Linfoma
Linfoma de Hodgkin
Linfoma no Hodgkin
Tumores cerebrales
Tumores oculares
Tumores intraoculares
Melanoma del ojo

Otra pestaña, trataba solamente del melanoma.
No quería leer nada de eso, ¿por qué Tristán buscaba cosas así?

La puerta se abrió de par en par y, por puro reflejo, cerré fuertemente la portátil.

—Tris.

— ¿Encontraste mi porno?

—Tristán.

— ¿Cuál es el problema? —Dejó su mochila en el suelo y se sacó los zapatos para sentarse en la cama.

— ¿Melanomas y tumores?

—Lexie.

— ¿Qué tienes?

—Es investigación por gusto, Lex. A veces me gusta leer sobre el maldito cáncer.

—Estás mintiéndome.

— ¿Por qué?

—No estás mirándome a los ojos.

Sus enormes ojeras fueron lo primero que vi cuando se giró hacia mí. Su rostro era demasiado hermoso como para estar arruinándose gracias a su falta de sueño.

—Lexie, es una tontería.

—Está bien, amor—rodeé su cuello con mis brazos y lo obligué a que se recostara. Me senté en su regazo y él sonrió.

—Dime amor otra vez. Bésame.

— ¿Qué se supone que debo hacer primero? —Me reí—. No puedo hacer ambas al mismo tiempo.

—Claro que sí.

Cambiamos de lugares y ahora era él quien estaba arriba. Se inclinó para besarme con fogosidad y de sus labios salió un débil "amor", que me hizo perder la cordura y aumentar la rapidez del beso.
Le saqué la camiseta y él desabrochó mi sostén por debajo de mi blusa. Se estaba volviendo bueno.

— ¿Qué te parece si mejor no hablamos?

— ¿Lo de la mañana era cierto?

—Lex, arruinas el momento—decía mientras dejaba pequeños besos sobre mi cuello—. Era verdad. Papá me llevó al hospital por una migraña.

—Bien.

Estaba preocupada. Dejé de hablar porque no tenía las fuerzas suficientes que necesitaba para mantener una conversación.

Tristán en algún momento tenía que decirme lo que estaba pasándole.

En los ojos de Tristán | LIBRO IIWhere stories live. Discover now