eins.

2.4K 182 8
                                    

Seattle, Washington.
11:47 pm

Llovía. Recuerdo que esa noche llovía. Tristán y yo estábamos acostados en su cama. El ventanal estaba entreabierto y las cortinas se movían gracias al viento frío que entraba por la rendija.

Me senté, juntando las rodillas a mi pecho mientras lo observaba dormir. Me gustaba pasar las noches a su lado, sobre todo cuando él dormía y yo tenía tiempo para ver lo bonito que era.

Un relámpago iluminó la habitación y, unos diez segundos después, llegó el trueno.
Tristán se despertó.

—Tuve una pesadilla—dijo con voz ronca, nada sorprendido con verme despierta.

— ¿Lo mismo de siempre? —Cuestioné. Me metí entre las cobijas de nuevo para que sus pies fríos tocaran los míos.

—No, ésta vez trataba sobre ti.

—Bueno, me siento halagada—resoplé.

Tristán se pasó una mano por el cabello. Sus ojos se posaron sobre el cristal de las ventanas salpicadas con las gotas de lluvia.

—No estabas ahí.

—No lo repitas si no quieres, Tristán—mis dedos viajaron hasta su torso y bailaron distraídamente sobre su piel. Cuando llegué a su clavícula, me detuve.

—Gracias por haberte quedado a dormir.

—Lo haría todas las noches de mi vida.

Tristán tenía trastornos del sueño. O dormía demasiado o no dormía absolutamente nada.
Sus padres no creían que fuera lo suficientemente grave como para preocuparse demasiado y llevarlo a algún hospital, así que yo lo cuidaba. Cada vez que podía me quedaba a dormir con él, o incluso sacrificaba mis horas de sueño para compartir su insomnio.

Cada día era diferente. Cada mañana me levantaba pensando en cómo pasaría mi noche. ¿Dormiría más de nueve horas o no pegaría el ojo hasta que amaneciera?

Esa noche era yo la que no podía dormir. Tal vez estaba demasiado nerviosa por razones inexplicables o tenía miedo de ser despertada por Tristán a cada rato para que me hablara de sus pesadillas. Siempre eran las mismas, o casi siempre. Me las sabía desde el principio hasta el final, pero de vez en cuando cambiaban.

—Iré por algo de tomar—farfulló poniéndose de pie.

— ¿Café...?

—Sí, ¿quieres uno?

—Tris, no...

—Tranquila, tú duerme, ¿sí? Prometo no despertarte ésta vez.

—Tristán, quiero dormir contigo una vez en ésta maldita semana. Sólo una vez—mi voz se cortó y tuve que desviar la mirada. Odiaba llorar por no dormir.

En vez de decirme algo más, giró sobre sus talones y salió del dormitorio.

Volví a colocar la cabeza en la almohada y le di la espalda a la puerta. Él iba a regresar... Y bien sabía que traería dos tazas. Me pediría perdón y paciencia. Lo aceptaría y nuevamente pasaría la noche en vela.

En los ojos de Tristán | LIBRO IIWhere stories live. Discover now