{32} Quédate

4K 278 6
                                    

Luego de una más que agradable tarde en Streeterville, volvimos a casa de Henry hambrientos y ansioso por la cena y mientras con Sebastián nos encargábamos de la comida, Julianne se entretenía con sus flores para pasar la espera

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Luego de una más que agradable tarde en Streeterville, volvimos a casa de Henry hambrientos y ansioso por la cena y mientras con Sebastián nos encargábamos de la comida, Julianne se entretenía con sus flores para pasar la espera.

Cuando la escena estaba a punto, su madre hizo ingreso a la cocina, acercándose a mí, haciéndome entrega de un pequeño racimo de flores. No era familiar para mí, pero su detalle merecía sin duda mi sonrisa y agradecimiento.

—Creo que debería entrar...— susurro en dirección a Sebastián quien ya nos observaba y tras mis palabras, se acerca sin demora. —Si...— dice él en voz baja ya teniendo sus manos alrededor del rostro de su madre, inspeccionando el leve colorido en sus mejillas. —Ya ha sido suficiente fresco por una día.— dice y apoya su frente con la de ella y la imagen de cuidado, es hermosa.

Enseguida, se escucha la voz de Julianne, advirtiendo como aún no ha terminado su trabajo con sus flores.

—Están perfectamente. Además, sabes que no puedes regarlas tanto. No les hace bien.— dice él dejando el rostro de su madre, haciéndonos saber lo que yo ya temía.

—Me siento muy bien...— responde ella a los alegatos de su fiebre, mostrando su amplia sonrisa después llena de entusiasmo. —¡Quiero bailar! ¿Podemos hacerlo?— la expresión en el rostro de Sebastián se inunda de adoración por su madre y eso es increíblemente divino de presenciar.

—No podemos ahora porque cenaremos...— dice y su mirada me encuentra al segundo por una fracción fugaz de tiempo. —Ve con Catherine a poner la mesa, ¿sí?— ella asiente, enfrentándome ahora con su semblante tan lleno de felicidad.

Con su gran entusiasmo, logramos poner la mesa en solo un par de minutos y cuando terminaos, veo como ella se acerca a la máquina que hay en una esquina del lugar. Pulsa algo en ella y enseguida, una melodiosa canción se hace escuchar.

—¿Sigues escuchándolas?— su voz me toma por sorpresa, al igual que a Julianne, quien se voltea a ver con una bellísima sonrisa a su hijo.

Él le devuelve el gesto, tan cómplice y cariñoso como siempre, mientras deja en cada puesto un plato con contundente comida. Nos acercamos a nuestros lugares y Sebastián, tan cuidadosamente, ayuda a su madre a sentar.

—De pequeño te gustaban, también...— habla ella al tomar el tenedor y por un segundo mi mirada recae en ella, para después ir directamente a Sebastián.

Vuelve a observar a su madre, quien se encuentra ya muy concentrada en su platillo como para notarlo, y por el gesto quizás involuntario de sus músculos, siento que lo recién sucedido a sido tremendamente importante, sin embargo, logra despertar una cierta melancolía que rodea al hombre a mi lado.

—Aún me gustan.— declara con una firmeza increíblemente dulce, jamás antes escucha por mí, lo cual, de manera tan extraña, me hace sentir completamente invasiva de aquel momento tan especial.

{ I } SUEÑOS INOCENTESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora