Trigésimo capítulo.

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Una mujer flacucha y chiquitita, con piernas y brazos cortos, y un uniforme verde hospital apretado a su cuerpo me conducía por un pasillo con paredes blancas y piso gris. Ambos tenían un aspecto muy tristón. Todo se encontraba en muy buenas condiciones, eran obsesivos con la limpieza supuse que por la salud de los pacientes. La mujer alzó la mano y me dejó a solas en el pasillo mientras ella introducía su pequeña cabeza a una habitación y con una dulce voz intercambiaba palabras con el doctor. Un olor a remedios que se introducía en mi nariz me sacaba de quicio. La ansiedad me carcomía por dentro. Tenía que verlo, necesitaba verlo. Por fin la enfermera accedió a mi petición y me dejó entrar.
Entré al cuarto decidida, aunque avancé lentamente y procurando silencio. La habitación estaba en penumbras con luz escaza, hasta que una mujer desconocida como tantas otras que había presenciado, corrió la cortina dejando que la luz se esparza por el ambiente. 
Me quedé atónita. Harry vestía una especie de túnica blanca, sobre una camilla. Tenía muchos cables sobre sí mismo, máscaras, aparatos, y más aparatos. Su cara me mostraba un aspecto angelical, si no fuese por ese conjunto de instrumentos que lo rodeaban. Constantes ruidos y luces se manifestaban alrededor del cuerpo de Harry. Yo no podía emitir una palabra. Este hecho alteraba mis esquemas. Me dolía el pecho. La saliva se había escapado de mi boca y yo no tenía forma de pedir ayuda. Me quería ir, pero mis pies se quedaron plantados. Quería gritar el dolor profundo que me provocaba esa escena, pero de nuevo sabía que no debía hacerlo, algo en mí me dijo que no era lo correcto. <<–Tenemos que ser fuertes, como siempre. Mantenernos fuertes. –hizo una pausa. -Juntos. –tomó aire nuevamente. -Los dos. >> Por eso era que me contenía. Por él. Él era el único que lo valía. Cerré los ojos, pero no me acerqué a Harry. Demasiado daño ya le había hecho yo, sentía que si lo tocaba, éste se desplomaría al igual que el muro que habíamos construido juntos, que se encontraba en ruinas. Me dolía verlo herido. 
-¿Qué tiene, doctor? –dije gentilmente aunque amargada en voz alta, adivinando que a mis espaldas se encontraba un hombre examinando la situación. 
-Es… una situación muy rara. –volteé para verlo a la cara, claro que media de ella se encontraba escondida tras su barbijo. Paseó sus ojos por el espacio, supuse que tratando de buscar las palabras exactas para no romper mi corazón del todo. Mi corazón comúnmente se encontraba muy delicado, y más en estos asuntos. Sentía que una leve brisa podía hacer que mi mundo se destruyera. – No suele pasar en los accidentes automovilísticos. Verá, es un cuadro leve de amnesia. Generalmente se suele quebrar algún hueso, o algún trastorno psicológico. Pero la diferencia es que eso se puede arreglar con nuestra ayuda, en cambio, la cura de amnesia depende del destino. Le explicaré, el golpe de su cabeza hizo que algunas venas finitas de su cabeza se cerraran, e impidieran el paso de la sangre a las neuronas. Ahora está en coma farmatológico, lo que quiere decir que le damos medicinas para que no despierte así puede respirar mediante un aparato artificial procurando que cuando salga del hospital no tenga complejidad en sus pulmones. –Apreté mis ojos con el deseo de no volver a abrirlos más y caer en un sueño eterno, olvidando esta escena deprimente, pero sabía que por más del tiempo y la distancia nunca me podría deshacer de Harry, no había remedio para aquella enfermedad. La ‘’leve’’ brisa me azotó con mil cuchillos que me destrozaron el corazón. Nunca había pensado que podía llegar a padecer aquel malestar. –No… no es muy grave en realidad ¡en un par de días mejorará y le daremos el alta!- Exclamo como si eso me sirviera de algo. Lo que la gente que me rodeaba (padres, familiares, ‘’amigos’’ de Harry) no sabía era que no había consuelo que sirviera más que volver a tener a Harry conmigo. Nada funcionaba si no volvería a ver al Harry feliz y optimista junto a mí. De nada servía eso si Harry no me abrazaría otra vez. Nada podía revivir mi alma y mi autoestima más que un susurro proveniente de su boca. Nada valía la pena si no volvería a sentir sus besos nunca jamás. -Se golpeó la cabeza y perdió la memoria. –prosiguió el médico tornando su rostro serio. -El lapso que Harry Styles olvidó es de un año. 
Se me congeló el corazón, se esfumaron mis emociones, cayó mi autoestima al piso, al asimilar que Harry no me conocería. Harry no sabría todo lo que me ayudó. Harry no recordaría nada de lo sucedido. Para él nunca habrían existido esos abrazos, esos llantos, esas risas, esas caricias, esos besos. Todo decayó frente a mí, mientras una lágrima se expandía por mi rostro, asimilando que todo lo vivido en ese transcurso tan pequeño que me tomó conocer, aceptar y amar a Harry, todo había desaparecido. 

She will be loved (Harry Styles y tu) terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora