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— Estoy en casa.

Sabía que nadie me respondería, pero la costumbre que adquirí desde niño estaría presente por el resto de mi vida. Deshaciéndome de mis zapatos en la entrada de la casa, me introduje poco después en la misma para caminar hasta la cocina con la esperanza de que mi madre se encontrará presente.

Aunque ya estuviese acostumbrado, la decepción me invadió al ver aquella habitación vacía. En el refrigerador se encontraba una nota, que seguramente diría algo sobre la comida en el microondas y que regresaría más tarde. Suspiré, de todas maneras, no tenía hambre.

Mientras me encontraba arrastrando los pies hasta mi habitación, pensé en cómo la situación había cambiado tan drásticamente con mi familia. Oh bien, según mis padres, «serán pocas cosas las que se modificarán en casa». Como, para empezar, ellos ya no estarían juntos.

Hace apenas dos semanas atrás que nos habían anunciado su separación, con la excusa de que no podían seguir dándonos ese ejemplo como matrimonio. Dijeron, y estaba de acuerdo en eso, que su relación de pareja no era absolutamente normal. Bien, tenían razón; ellos ni siquiera se decían que se querían.

Entrando en mi dormitorio, recibí gustoso el maullido de mi pequeño gato Copo. Tenía apenas unos meses y era de color gris, regalo de cumpleaños por parte de Harry. Sabía que amaba a los felinos, aunque mis padres jamás me dejarían tener uno, por lo que él pensó que un obsequio no podrían rechazarlo. Afortunadamente, acertó.

— Hi, baby — Copo se enroscó en mi pierna y ronroneó satisfactoriamente por mi regreso, al menos alguien se alegraba de verme.

Esperando a que se alejara nuevamente con ese caminar tan elegante de los gatos, lancé mi mochila sobre el escritorio antes de tirar pesadamente mi cuerpo a la cama. Ésta se hundió al recibirme, y pronto estuve sumergido en un mar de almohadas y muñecos afelpados que coleccionaba desde niño.

Retirando algunos para poder dar la vuelta, clavé mis ojos en el techo decorado con estrellas inservibles. Antes, cuando tenía menos edad, no soportaba la oscuridad entre esas cuatro paredes, por lo que papá decidió que sería mejor iluminar todo de una manera peculiarmente agradable. Por razones obvias, ya no servían, pero me gustaba tenerlas ahí para recordar una época en donde fui absolutamente feliz.

Entrelazando los dedos en mi abdomen, seguí pensando por qué las cosas llegaban a su final. Con mis diecinueve años, jamás tuve una pareja, por lo menos no lo suficientemente estable; y tampoco la quería. Había imaginado que todo se volvería monótono y rutinario como la relación de mis padres, y, sinceramente, no quería deprimirme por un amor fallido.

¿Entregarle tus días, tu tiempo, tu atención a una persona que termina por decirte "ya no te quiero" era sano?

En las historias que leía los amantes se juraban la eternidad. Un amor tan puro, claro y transparente como el agua. Solamente existían ellos dos, como si todo se iluminará cuando la otra persona estaba cerca. Pero, en la vida real, todo estaba lleno de problemas, decepciones e infidelidades, ¿no? Eso creía yo.

Harry tenía razón, estoy asustado de todo y por ello prefiero ocultarme detrás de las pantallas. ¿Qué hay de malo en eso? No veía por qué era tan terrible vivir a través de alguien irreal, aunque pensándolo bien, eso sonaba bastante patético incluso para mí.

Mi teléfono celular comenzó a sonar con alguna canción de The 1975, informándome de un nuevo y persistente mensaje. Bufé, levantándome de la cama a regañadientes para ir hasta el aparato dentro de la mochila. Cuando lo saqué, la pantalla se iluminaba y apagaba con el nombre de Styles en ella.

Wattpad Boy. {ZIAM}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora