Capítulo 11: "Where do broken hearts go"

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—Señor Hemmings, tiene el tabique roto, su nariz puede llegar a quedar un poco deformada — cruzamos unas miradas asustadas — pero quizá no, lo lamento, eso es todo lo que podemos hacer.

Apreté su mano notablemente preocupada.

—Muchas gracias, doctor. — nos dirigió una sonrisa y levantó el trozo de papel que nos había pedido de firmar.

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Luego de eso fuimos a la estación de policía a reportar el robo y por fin volvimos al departamento.

—¿Quieres quedarte en casa hoy? — asentí sin soltarlo aún. Eran las cinco de la mañana.

—¿Puedo dormir contigo? — era como si para recordar cuanto nos queríamos tenía que suceder algo malo.

Sonrió.

—Creo que lo mejor será que duermas sola, Jo.

Asentí, no dispuesta a seguir con la conversación y me lancé sobre el sofá y ni siquiera necesité las pastillas, estaba agotada.

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Sentí unos brazos rodeándome, abrí los ojos.

—Me da flojera ir por una cobija y no quiero que te enfermes — susurró al ver que había despertado, asentí abrazándolo de vuelta.

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Abrí los ojos de nuevo y sentí a Luke aún abrazándome, sonreí y corrí su brazo delicadamente.

—Jo, por favor, no te vayas, no me dejes — su ceño estaba fruncido y de removía casi haciendo que su rostro tocara el sofá y corriendo la venda sobre su nariz.

—Luke — lo sacudí pero siguió mascullando cosas — Lukey — volví a sacudir y él entre abrió los ojos.

—¿Jo? ¿Qué sucede? — bostezó.

—Yo... tú... iba a irme, ¿puedes abrir? no tengo la llave.

Asintió y se levantó del sofá.

Apreté su hombro cuando abrió la puerta.

«Te quiero — acomodé la venda que se había movido un poco, Luke hizo una mueca de dolor — lo lamento, cuídate mucho ¿Sí?

Asintió dándome un cálido abrazo y por fin volví a mi departamento.

Más bien eso intenté.
Un perro gigante me embistió haciendo que cayera al suelo.

—¡Drogas! ¡Estás gigante! — lo acaricié con una sonrisa en mis labios y él lamió mi cara aún sobre mí.

—Buenos días, Jo — saludó Val con Calum a su lado sosteniendo la correa del perro -que no le habían puesto- y con una sonrisa resplandeciente.

Les devolví el saludo para entrar por fin al departamento.
Al mirar el reloj, noté que eran las 10 de la mañana, seguramente a eso se debía mi cansancio.
Rendida me acosté en la ca de dos plazas que había en el cuarto de Vi, algp intranquila al imaginarme todas las veces que ellos habían... en esa cama, ew.

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—¿¡Cómo rayos no me despertaste?! ¡Harry va a enloquecer!

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