Regalos insaciables

858 69 0
                                    


Me coloqué de espaldas en la cama, esperando a que mi respiración volviera a la normalidad… En cualquier momento me daría un infarto. Cerré mis ojos, cansado, sintiendo que en cualquier segundo quedaría profundamente dormido.
El suave tintineo de las esposas y la voz de Kibum interrumpieron mi tranquilidad.
-Jonghyun…- jadeó mi nombre para llamar mi atención. Giré mi rostro para mirarlo. Movía sus brazos intentando acomodarse mejor en la cama, pero con las esposas sujetadas a la cabecera era bastante difícil.
-¿Mmm?…- no tenía ganas ni de hablar.
-Ahhh…- gimió sin vergüenza- Hagámoslo otra vez…- suplicó acomodando bien sus rodillas en la cama, levantando su trasero. ¿Otra vez?
Habíamos pasado toda la tarde follando como locos, ni siquiera habíamos almorzado… de hecho… la comida se quemó mientras lo hacíamos en la alfombra. Apenas habíamos terminado logramos sentir un horrible olor a quemado. Un poco más y se incendia la cocina.
“-Demonios…- suspiré dejándome caer  a un lado luego de un increíble orgasmo.
-Ngh… -escuché el suave quejido del castaño cuando salí de él- Me encantó…- murmuró Kibum acurrucándose en mi pecho, repartiendo besos por todas partes. Pero pronto se levantó, abriendo los ojos como platos- ¡Maldición! ¡La comida!- fue luego de que terminó de decir eso que pude sentir ese olor.
Corrí tras él hacia la cocina, donde el humo apenas dejaba ver algo. Kibum rápidamente apagó el fogón, abrió las ventanas y con el delantal rosa trataba de despejar un poco el aire.
Tomé un mantel que había por ahí y comencé a ayudarlo.
No paramos de toser hasta que ya casi no quedaba humo en el lugar. La olla estaba completamente negra… y qué decir de la comida dentro de ella.
Nos quedamos mirando fijamente unos segundos, para después terminar riéndonos como un par de idiotas.”
A pesar de casi quemar la cocina -o el departamento- no pudimos evitar soltar varias carcajadas, y obvio, seguir lo que estábamos haciendo en mi habitación.
-¿De nuevo?- asintió sonriendo- Kibum, lo hemos hecho ya cuatro veces, al menos déjame descansar… Por lo menos unos minutos.- susurré volviendo a mi posición, cerrando mis ojos.
-Pero… tengo ganas…- se quejó golpeándome con una de sus piernas. Lo miré nuevamente, mientras él me mostraba su mejor cara de niño bueno. Escaneé rápidamente su cuerpo notando claramente, a pesar de que traía puesto aún aquel diminuto trozo de cuero, como se marcaba su erección.
-Maldición… ¿Cómo es que tienes tanta energía?- me incorporé- Yo siento que voy a morir de un paro cardio-respiratorio…- un tierno puchero se formó en sus labios, suplicando por algo de atención. Rodé los ojos.
Me levanté para ir a buscar uno de los regalitos de Minho, específicamente, aquella caja con juguetes nada inocentes. ¿Le gustará eso? Como para tenerlo entretenido unos minutos.
Cuando la encontré, tirada a un lado del armario, la tomé echándole un rápido vistazo. Sé que en un principio rechazaba totalmente la idea de utilizar esta clase de cosas un tanto pervertidas, pero ahora… me parecía bastante interesante.
Caminé de vuelta a la cama y le mostré sonriente la caja que tenía en mis manos.
-¿Cuál quieres?- pregunté subiendo de un salto a su lado, comenzando a acariciar su trasero. Corrí suavemente hacia un lado la lencería y colé velozmente dos dedos en su interior, recibiendo un placentero gemido en respuesta.
-¡El grande, el grande!- chilló moviendo sus caderas totalmente desesperado.
Sonreí de medio lado, quitando mis dedos de su interior, bastante dilatado luego de varias horas teniendo sexo. No estaba del todo seguro de si era buena idea ocupar justamente ese juguete, pero no perdía nada con intentar.
Abrí la caja sacando de inmediato aquel vibrador, y acercándome más a ese sexy y, desesperado gatito, comencé a tantear con la punta su entrada. Kibum solo me miraba con sus ojos cristalinos, expectante… deseoso.
De a poco fui haciendo presión, logrando que lentamente aquel GRAN vibrador entrara en él. Abrió su boca sin emitir sonido alguno, para luego soltar un jadeo muy sensual.
-¿Te gusta?- pregunté de un modo muy… ¿cómo decirlo? ¿Pervertido? ¿En qué momento me había dejado llevar tanto por este gato? ¿En qué segundo me había transformado en el pervertido dueño de un gato que no quería ser?
-Si… Oh Dios…- murmuró. En un impulso salido de lo más perverso de mi ser, empujé con fuerza lo que faltaba por meter, que era mucho, logrando que entrara completamente en un solo movimiento, arrancándole un fuerte grito, que me hizo excitar, a pesar de que supuestamente estaba demasiado cansado para eso- ¡Enciéndelo!- exigió entre gemidos escandalosos. Y obedecí.
¿No era que yo daba las órdenes?
-Tú no me ordenas nada a mí.- dije tratando de sonar amenazador, golpeando con la palma abierta su trasero. Creí que se quejaría, pero en vez de eso, gimió encantado.
-Otra vez… Hazlo otra vez, por favor…- pidió mirándome suplicante.
¿Y quién era yo para decirle que no?
Dos palmadas más, mucho más fuertes que la otra, cayeron sobre él, ganando más gemidos de su boca. Mientras seguía dándole palmadas, dejando su trasero de un exquisito color rojo, llevé mi otra mano al vibrador. Comencé a moverlo mientras él se retorcía de placer, pero no pude aguantar demasiado tiempo y apenas unos segundos después, lo saqué para reemplazarlo con mi miembro, que entró sin ningún esfuerzo.
Movimientos rápidos y certeros eran los que hacía con mis caderas, sacando gritos y jadeos de placer a Kibum, que imitaba mis movimientos como podía, consiguiendo un ritmo fantástico. Alucinante.
Totalmente fuera de mí. Así estaba yo en ese momento, completamente fuera de control, tanto que apenas pude ser consciente de que me correría en su interior, lo que sucedió más rápido de lo que me hubiera gustado, pero con lo agotado que me encontraba me hubiera sido imposible aguantar más.
Él aún no se había venido, por lo que volví a introducir aquel juguete en él.
Sus estruendosos gemidos y jadeos me preocupaban un poco. No porque pudiera estar pasándolo mal -que era totalmente improbable-, sino por lo delgadas que eran las paredes de esos departamentos.
Era todo un hecho que más de la mitad del edificio ya lo había escuchado…
Antes no me había importado, pero ahora que ya me funcionaban un poco más las neuronas y el efecto del afrodisiaco se había terminado, me sentía realmente avergonzado. ¡Lo habíamos hecho durante horas y ese jodido gato no es para nada silencioso!
Me apresuré a tomar la mordaza, que dejé en la cama pensando en ocuparla pero que no tuve tiempo de colocar, y la puse lo más rápido que pude sobre su boca.
Aunque ya sabía que todos mis vecinos me iban a llamar pervertido por el resto de mi vida…
Mi estómago gruñó.
Ya con Kibum callado y MUY entretenido, me coloqué mi bóxer y me dirigí a la cocina por algo de comer, ya que estaba demasiado hambriento, y por supuesto, también llevarle algo al castaño, que no dudaba, estaba igual o peor que yo.
Tomé algunas fresas, guindas y moras, junto a un bote de crema. Mientras acomodaba las frutas en un pocillo, decidí llamar al idiota de Minho, al que por más que me doliera, debía agradecerle el regalo… Por que definitivamente lo he disfrutado mucho…
Realmente mucho…
-¡Jonghyun!- contestó de inmediato, alegre- Ya te lo follaste, ¿no?- preguntó antes de que pudiera hablar.
-¡Minho, maldición! ¿Cómo puedes preguntarme eso?
-No te hagas, Jonggie.- se burló- No creo que te pudieras aguantar tanto.- hice una mueca- Además, si no te lo hubieras llevado a la cama me hubieras llamado muchas horas antes, amenazándome de muerte.- aseguró riendo. Y yo no pude negarlo.
-Bien, bien. Sí, me acosté con él. ¿Feliz?
-Yo creo que tú eres el que está feliz.- pude los ojos en blanco.
-Ashhh… Ya cállate.- bufé.
-Vamos, cuéntame. ¿Qué tal? ¿Usaste todo?- ¿en serio me iba a preguntar qué es lo que hice? Claro, si es Choi Minho, el maldito degenerado que tengo de mejor amigo.
-No te diré nada.- sentencié.
-Ok, usaste todo.- afirmó convencido y cuando le iba a reclamar, habló, pero claramente no a mí -Oh, Minnie, no muerdas… Sabes que no puedo aguantar si lo haces…- escuché el susurro de Minho y un leve gemido ahogado que pude identificar como el de Taemin.
-¡Maldición, Choi! ¡¿Cómo demonios se te ocurre contestar el maldito teléfono si estás…?! Estás… Ashhh… Adiós.
-Jong--- y colgué sin escuchar lo que me iba a decir.
¡Maldito descarado!
Me devolví a mi cuarto con la pequeña e improvisada merienda, donde al entrar, las orejas de Kibum se movieron en mi dirección, para mirarme luego, con lágrimas en las mejillas… y las sábanas manchadas.
Sonreí inconscientemente.
-¿En serio te la estás pasando bien?- le pregunté quitándole la mordaza.
-Si…- susurró a duras penas- Tengo hambre…- murmuró mirando las frutas.
-Lo sé.- asentí y quité las esposas de sus muñecas, dejándolo libre luego de haber pasado horas sin moverse de esa posición. Me arrepentí un poco de haberlo tenido tanto tiempo así al ver marcas rojizas alrededor. Acaricié suavemente esa parte- ¿Te duele?- pregunté preocupado.
-No…- me sonrió- Ahora dame fresas, muero de hambre.- dijo con un puchero hermoso en sus labios, el cual no pude evitar besar.
-Di: Ahhh…- dije acercando a su boca una fresa, que recibió encantado. Luego fue su turno de alimentarme, llevando una guinda a mis labios. Aunque esto fuera de cierta forma extraño y cursi para una tarde loca llena de sexo, me fascinaba.
Kibum tenía algo que me volvía loco, algo que sin duda no tenía ninguna relación con lo sexual… Algo más… Algo que me hacía sentir un ligero calor en mi pecho…
-Jonggie,- dijo mi nombre mientras se recostaba en mi hombro, abrazándome- Te quiero…- susurró tan bajo que pensé que había oído mal.
-¿Q-qué?
-Eres el mejor amo del mundo…- susurró esta vez de forma más entendible- Eres bueno y lindo…
-¿Lo dices porque follé contigo?- dije esa estupidez soltando una risa nerviosa. Levantó la mirada entrecerrando sus felinos y hermosos ojos, y con su tan conocida rapidez mordió mi hombro- ¡Au! -me quejé- Deja de hacer eso…
-También eres un tonto.
-¡Hey! ¿Por qué me hablas así?- dije entre risas y él solo se cruzó de brazos- Ya… no te enfades, solo fue una broma.- lo atraje otra vez a mí. No dudó ni un segundo en volver a la posición en la que había estado hace un momento.
-Lo digo en serio… Eres lindo…
-Lo sé.- soltó una carcajada.
-Tonto.- golpeó suavemente mi brazo para luego pegarse más a mí- Nadie me había tratado tan bien…- lo miré sorprendido- Ni tampoco había tenido un amo tan guapo.- rió apretando su abrazo de una manera realmente tierna.
-Es que nadie es más guapo que yo.- reí contagiándolo.
-¿En serio no me devolverás?- susurró.
-En serio no lo haré.- acaricié su cabello- Cocinas demasiado bien como para hacerlo.- me miró con el ceño fruncido y un ligero puchero- Y también eres muy lindo… cuando no tratas de morderme.- le sonreí, logrando que se sonrojara, viéndose mucho más hermoso de lo normal.
¿Cómo es que podía sentirme tan fascinado y atraído a un gato?
¡Maldito gato irresistible!

Sorpresas Inesperadas - [Jongkey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora