Capítulo 17: Soy gay.

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—¡Sam, adivina! —exclamó Jaden corriendo alegremente hacia donde me encontraba yo carcomiéndome el maldito cerebro en mi pupitre— ¡Saqué un nueve punto cinco!

¿Pero qué demonios...?

—Felicidades —pronuncié junto con un forzoso intento de sonrisa que luchaba por no parecer una de esas sonrisas suicidas que dicen «corre o muere, maldito». Estaba feliz por él.

—No lo habría logrado sin ti —añadió al instante—. Gracias —dijo sin más desplegando una sonrisa que enseñaba una radiante dentadura perfecta que podría matar casi instintivamente cualquier rastro de posible resentimiento que mi ser llegara a sentir contra él.

—Me alegro mucho por ti —contesté finalmente luego de recibir un fuerte abrazo de oso de su parte—. Yo... —desvié la mirada hacia el piso, acongojada— Saqué un siete.

—Oh, Sam... —musitó sobando mi hombro—. No te decepciones, eres súper lista. Yo no habría pasado el examen si no fuese por ti y... ¿Sabes? Esto es injusto —comenzó a decir con repentina molestia—, tú no te mereces ese siete. Ahora mismo le diré a Brenner que en realidad estas no son mis respuestas, son tuyas; entonces el tipo entrará en una puta razón y...

—No, Jaden. Agradezco tu preocupación, pero estoy bien con esto, ¿sí? —farfullé con voz gangosa ante el gesto.

—Bien... —acarició mi mejilla con los nudillos de su mano—. Pero solo quiero que sepas que haré lo que quieras con tal de que estés bien, ¿entendido?

En serio, Jaden era lindo... demasiado lindo.

Aunque esa lindura era aplacada cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Bradley, sin embargo la reacción de Jaden a notar el odio en la mirada de Bradley era más de «¿Qué demonios» o «¿Qué mosco le picó a éste?». Es extraño decirlo, pero: creo que lo conseguí, generar celos en Bradley. Aunque no siento la tan esperada sensación de satisfacción que las personas sienten luego de que su plan de venganza dio en el blanco; y digo esto porque normalmente en los libros cuando la chica intenta sacarle celos a su presa, éste no tarda en reaccionar para darse cuenta de —aunque suene muy Mackenzie de mi parte— lo que está perdiendo.

En fin, la paciencia es una virtud que todos debemos de tener y preservar.

En tanto Jackson y yo llegamos a la mansión al finalizar la última hora de clases del día, empezó a escudriñar en sus bolsillos la llave correcta para abrir la puerta principal, entre cientos de ellas que tenía en manos.

Mientras los minutos pasaban tras maldiciones y comentarios por parte de Jackson cada vez que perdía la cuenta de las llaves que ya había probado, me digné a admirar el movimiento del producto blanco y esponjoso de la evaporación de agua en el cielo azul... hasta que mis ojos dieron con un azul más intenso: unos ojos azules que me observaban severamente.

—Necesitamos hablar, ¿puedes?

—¡Bradley! —exclamé sin una pizca de emoción en mi voz—. Qué sorpresa encontrarte por aquí, ¿no crees? —ironicé cruzando los brazos sobre mi pecho.

—Tenemos que hablar.

—No tienes nada que hablar conmigo.

—¿Qué ocurre con ese tal Jaden?

En el blanco. Levanté ligeramente la comisura izquierda de mis labios y echando un poco mi cabeza hacia atrás para tomar una postura erguida.

—¿Que qué ocurre con él? Estoy saliendo con él —contesté simplemente; no hablar demás ni de menos, fría y distante.

—¡¿Qué?! —gritó en un susurro mientras llevaba una mano a su nuca para rascarla.

—Has escuchado bien —me limité a decir.

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