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Romeo llevaba diez minutos desde que le dijo a Julian que podía ser solo su amigo y ya estaba arrepintiéndose de ello

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Romeo llevaba diez minutos desde que le dijo a Julian que podía ser solo su amigo y ya estaba arrepintiéndose de ello.

A la fiesta le restaba poco para terminar, en algún momento habían cambiado a la banda por un cantante. Romeo no le prestó mucha atención, todos estaban grabando con sus teléfonos mientras él permanecía con la cabeza gacha, intentando pasarse la comida fría.

La gente había comenzado a bailar, así que, en ese momento, solo estaban ellos dos en la mesa, rodeados por un aura incómoda. Casi sin querer, se giró un poco para mirar a Julian y le sonrió. Julian le devolvió la sonrisa y siguieron sentados como idiotas, esperando a que el día se terminara.

Estaba tan distraído que no notó cuando alguien más se sentó a su lado.

—Malditos bailes —se quejó Tom—. Fueron creados para hacerme quedar mal.

Con lentitud, Romeo giró el rostro para mirar de frente a su primo, quien llevaba una enorme sonrisa de enamorado en el rostro. Su primer impulso al chocar con tanta felicidad fue gruñirle y exigir que lo dejara solo con su desastre, pero de inmediato se arrepintió de ello. Tom no era el culpable de lo que le estaba pasando y de nada serviría desquitarse con él.

—La genética no nos favorece —contestó encogiéndose de hombros, recordando su pésima coordinación. Tom se inclinó para dirigirse a Julian, que estaba sentado al lado de Romeo.

—¿Tu no bailas? —preguntó

Julian parpadeó, como procesando el hecho de que se dirigieran a él. Luego negó con la cabeza.

—No —exclamó—. Todavía estoy trastocado como para ponerme a bailar —Una sonrisa nerviosa salió de sus labios, era obvio que no se encontraba emocionado por la idea de salir a la pista, a pesar de que era un buen bailarín, su estado de ánimo lo estaba manteniendo pegado a la silla.

Romeo recordó el rostro de Julian, muy cerca de él, el tacto de su cuerpo y las sensaciones que lo invadieron cuando terminaron juntos en la pista de baile de aquel ridículo bar retro.

Suspiró.

Esa había sido la mejor y peor semana de su vida.

—Aquellos parece que nacieron bailando —exclamó Tom, señalando con la cabeza a la pista, donde Julio acompañaba a Marina con la gracia habitual de los De La Vega.

Como si los hubiese escuchado, Julio se giró hacia ellos y le dedicó una pequeña sonrisa a Tom, este le contestó con un saludo bastante soso para tratarse de la estrella brillante de los Cortez.

—El amor te ha vuelto estúpido —dijo Romeo, inclinándose un poco para que pudiera escucharle. Estaba riéndose, pero también se encontraba un poco celoso.

Le resultaba imposible estar bien cuando acababan de mandarlo al diablo. Sin embargo, todos a su alrededor parecían flotar en nubes de algodón, ajenos a su desgracia. No era divertido y menos algo que pudiese ignorar.

Romeo y Julian (LCDVR #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora