Uriel: Día Diez

26 0 3
                                    

Me encontraba sentado con una mujer que no paraba de hablar sobre su ex-marido y sus chorrocientos gatos. Como psicológico estaba acostumbrado a escuchar atentamente los problemas y en general no me molestaba; sin embargo en ésta ocasión no me encontraba en mi consultorio sino en un restaurante y no estaba con una paciente sino con una... ¿cita? En retrospectiva, ya había pensado en conseguir una madre para Alessa, pero ¿cómo había caído tan bajo? Seguramente no me he explicado bien pero por alguna razón había terminado en un club de citas express, ya saben, de esas que cada cierto tiempo cambias de personas con quien hablar. Para éste punto iba para la número 54 y era en verdad una tortura para mí, me volví a preguntar ¡¿qué demonios hago aquí?! Mientras fingía escuchar a la mujer frente a mi. Un timbre en la lejanía y la voz del anfitrión me dio la respuesta.

- ¡Muy bien chicas guapas!, hora de cambiar de galan -Edvin y su burdo intento de voz de locutor me recordaron porque no seguía en mi casa haciendo algo más de mi agrado, aunque de todas formas no acababa de entender ¿cómo dejé que me convenciera de esto?

La mujer frente a mí se levantó y caminó hacia el lado contrario de la habitación terminando así los 7 minutos más largos y tediosos de mi vida. Me relaje en el asiento mientras esperaba mi siguiente "cita", realmente estaba disfrutando el silencio cuando el sujeto junto a mí se me acerco.

- Oye ¿cómo lo haces?

- ¿Cómo hago qué? -pregunté más por cortesía que por curiosidad.

- Pues de las cincuenta y tantas que han pasado creo que como treinta ya te anotaron y tú no has anotado ninguna... -miré el papel para comprobar que efectivamente estaba vacío.

- Pues... no sé, simplemente dejo que ellas hablen y asiento de vez en cuando -contesté despreocupadamente.

- Qué suerte... yo creo que no he conseguido convencer a ninguna -da un suspiro- supongo que moriré triste y sólo -pega la frente contra la mesa.

- No te desanimes, mi madre solía decir que siempre hay un roto para un descosido -puse mi mano en su hombro para darle un poco de ánimos, lo cual no sirvió de mucho pero inmediatamente después llego su siguiente cita para lo que se reincorporó y volvió a lo suyo. Poco después llegó la mía.

- pfff... -se sentó frente a mi sin siquiera mirarme- me llamo Katarina con K y bla, bla, bla... -una presentación un tanto desfavorecedora si no fuese mi amiga.

- Espero que sepas que hay formas menos vergonzosas de ser infiel a tu esposo -contesté con un tono sarcástico, ella miró hacia mí.

- ¡Ah! Uriel, por fin un descanso... -dijo recostandose en su asiento- no tienes ni idea de todas las terribles personas que he tenido que soportar, me atrevería a decir que algunas serían buenos clientes en tu consultorio -me reí un poco de su comentario, era obvio que tampoco había venido por voluntad propia y le aliviaba tanto como a mi ver por lo menos a un conocido.

- Quiero pensar que Edvin también te arrastró aquí pero no estoy seguro de que alguien quisiera arrojar a su esposa a los lobos.

- Cuando me lo dijo yo tampoco creí que fuera en serio pero resulta que le faltaban mujeres y bueno... aquí estamos -miré su hoja por curiosidad y, lejos de lo que pudiera pensar en primera instancia, tenía varios nombres anotados.

- ¿En serio te interesan esos tipos?

- ¡Nah! Pero es parte de mi venganza para Edvin por maltratar a su hermosísima esposa ¡buajaja!

- Explicate...

- En mis datos personales puse su número de celular así que si coincido con alguien le llamarán a él ¡buajaja! ¡Es perfecto! -la situación me parecía un tanto graciosa, pero como no tenía nada qué hacer...

Cuentos de Princesas [Terminado]Where stories live. Discover now