Capítulo 1

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ChanYeol tiraba pequeñas piedras hacia la ventana cerrada de la casa azul, en la esquina de la calle Hanok.

— ¡BaekHyun! — murmuraba, cada vez que una de las piedras daba en el blanco, provocando un sonido seco en el cristal.

Sin embargo, BaekHyun no podía escucharlo. El chico se encontraba tirado sobre su cama, con los audífonos puestos. Escuchaba una balada que no tenía mucho sentido para él, pero cuya melodía lo había atrapado. Por algún motivo, quería aprender la letra de memoria, como si con eso la hiciera suya.

—And I breathe where you breathe, let me stand where you stand, with all that I am... —La suave voz del muchacho flotaba en la habitación. Cantaba con los ojos cerrados, completamente entregado al flujo de emociones que se desencadenaba en su interior.

—¡Idiota! —ChanYeol tomó uno de los audífonos y lo jaló suavemente, esperando llamar la atención de su amigo—. ¿Qué demonios haces? Tuve que tocar el timbre. Llevo horas golpeando tu ventana.

BaekHyun abrió los ojos de pronto, sólo para ver el rostro enojado de su mejor amigo. Se incorporó sobre la cama, mientras un ligero rubor se apoderaba de sus mejillas. Nunca nadie lo había escuchado cantar, ni siquiera el vecino con el que había crecido. Aquel muchacho flacucho que siempre usaba la gorra hacia atrás, y que ahora lo miraba con un poco de desdén.

—Lo siento... No te escuché —repuso el apenado muchacho.

—¡Claro!, eso es obvio... Sabes que odio cuando tu mamá abre la puerta, siempre intenta hacer plática y me pregunta sobre cosas que no debería preguntar. Todavía cree que soy el pequeño vecinito —ChanYeol liberó un profundo suspiro antes de sentarse junto a su amigo—. Pero, ya, olvídalo... Adivina qué traigo aquí. —Una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios, mientras palmeaba el bolsillo de su chaqueta de mezclilla.

La vergüenza en el rostro de BaekHyun se desvaneció al escuchar el parloteo de ChanYeol. Siempre había sido así, temeroso de mostrarle a su mejor amigo demasiado de sí mismo. A pesar de que eran tan cercanos, había cosas, secretos personales que no le revelaba. Su miedo a ser juzgado por él, hacía que le sudaran las palmas de las manos. Nunca entendió por qué, y tampoco se lo preguntaba mucho. Simplemente, las cosas eran así entre ellos. 

Sin embargo, no había en el mundo nadie con quien pudiera sentirse más cómodo. Era una contradicción que funcionaba.  ChanYeol era el tipo de persona que fluía contigo, sin importar tu estado de ánimo, él se acoplaba. Si estabas triste, ChanYeol se sentaba en silencio junto a ti, leía un cómic y te dejaba respirar en tu nube depresiva, hasta que ésta se evaporara. Si estabas contento, ChanYeol reía a tu lado, contaba algún chiste o simplemente imitaba tu sonrisa.

Habían pasado casi todos sus años juntos, conocían sus miedos, sus fortalezas y sus debilidades. ChanYeol era el único hijo en un hogar roto, donde la palabra de su padre era la ley absoluta. Su madre era un ser pasivo y abnegado, que se limitaba a asentir cuando el hombre violento daba una orden. BaekHyun estaba acostumbrado a ver a su amigo con un ojo morado, o con las mejillas hinchadas por las bofetadas que el señor Park le propinaba. Eso le rompía el corazón de mil maneras diferentes. Pero, no había nada que pudiera hacer. Sólo era un niño enojado. Aquel maltrato, era frecuentemente compensado con regalos o dinero. El señor Park era un hombre volátil como la gasolina.

—¿Lo conseguiste? —dijo emocionado BaekHyun, adivinando al instante el contenido del bolsillo—. Pensé que no tenías dinero para comprarlo... ¡Déjame ver!

Pero, la emoción del muchacho se desvaneció al instante. Recordó que los regalos que ChanYeol recibía, siempre tenían un precio muy alto. Sus ojos se fijaron en el rostro de su amigo, buscaban señales de violencia.

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