Capítulo 12

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—¡¿Qué?! —exclaman ambos al unísono.

—¡Aléjala de mí! —ordena Jules.

—¡Se quieren calmar! —grito— ¡No va a estallar! ¡Es una bomba de humo! ¡Probablemente solo suelte un gas y nos haga dormir a todos como mucho!

Ambos parecen relajarse un poco ante mis palabras, pero sus expresiones siguen siendo cautelosas, sobretodo Jules, que me mira con una ceja alzada.

—¿Cómo sabe eso? —interroga de modo acusatorio y sospechoso.

Me muerdo el labio. Pienso en varias formas de contestar, pero ninguna me convence. No puedo simplemente decir: nada importante, soy agente secreto, todo normal. Y sé que mi silencio está dándole más fundamento a sus sospechas, cualquiera que sean estas. Rápido, Stacy, piensa rápido.

—¡Jules, no es tiempo de un interrogatorio, hay que desactivar la bomba rápido, que solo quedan tres minutos y medio! —por primera vez en mucho tiempo, estoy realmente agradecida con Patrick. Él me guiña un ojo y Jules refunfuña, pero mantiene la boca cerrada, sin dejar de observar todos mis movimientos—. Bien, Stacy, tú dime qué tengo que hacer —su rostro demuestra completa seriedad, parece lo que realmente es: un príncipe heredero de un reino.

—Bien, primero necesitamos un cuchillo... —rápidamente, y sin despegar el trasero de la silla, me agacho y tomo de una de mis medias una de las navajas—. Aquí tienes —se la paso a Patrick poniéndome de pie.

—¿Por qué había una navaja en el... piso? —pregunta Jules, levantándose.

—¿No quedamos en que las preguntas al final? —evado rápidamente—. O mejor aún, sin preguntas. Patrick —me giro sin darle tiempo al príncipe para rechistar—, primero sácale la tapa. ¿Ves los cables? —él asiente—. Bien, corta el... —estoy deseando muy profundamente haberle prestado más atención a Tiffany Miller, la especialista en bombas, cuando comienza a parlotear sobre ellas, desde lo fáciles que son de desactivar hasta lo difíciles que son de armar... en fin, nunca termina.

»Corta el azul —decido finalmente y cruzo los dedos mientras Patrick me obedece. Al ver que no pasa nada en los próximos segundos, suelto un suspiro aliviada y me felicito por no confundirme—. Perfecto, ahora sigue con el rojo y luego el amarillo. No hagas nada con el resto. Ahora, por último, toca el botón que está al lado del contador de tiempo.

—No hay ningún botón —suena algo nervioso— Mierda, que un minuto y medio —sé que no es el mejor momento para sorprenderme, pero nunca había escuchado a Patrick maldecir.

—¡¿Cómo que no hay un botón?! Dámela —él me pasa la bomba con manos temblorosas.

Comienzo a revisar por todos lados mientras siento como Jules se para detrás de mí y enfoca su mirada en lo mismo que yo: encontrar el maldito botón. Estamos unos segundos buscando hasta que finalmente encuentro un pequeño y fino agujero con un todavía más pequeño botón al final.

—¡Lo encontré! —exclamo señalándolo. Ambos lo intentan mirar por encima de mi hombro—. Necesitamos una aguja.

—Le pediré al mesero —informa Patrick alejándose rápidamente.

—¡Alto! —grito, pero no me oye—. Mierda —mascullo—. Jules, pásame el bolso de Sophie —pido.

Él se ve un poco sorprendido, sin embargo, asiente. Quizá es porque es la primera vez que lo llamo por su nombre o porque no está acostumbrado a que lo tutee, pero este no es el momento ni el lugar para formalidades.

Protegiendo a la Familia RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora