-- Lo siento – Me interrumpió apresuradamente llevando una de sus manos a su rostro y masajeando suavemente su cien – Sólo... solo finjamos que nada ha sucedido aquí, ¿Vale? – En respuesta solo negué con la cabeza. Si no hablábamos ahora sobre esto, no creía que alguna vez lo hiciéramos – Karma...

-- Sólo respóndeme una cosa y luego volveremos a casa – Lo interrumpí. Claramente Alexander sentía mucho menos entusiasmo que yo sobre esto, lo que me resultó un poco hiriente ya que él fue quien me besó y comenzó con todo esto. Por obvias razones, él debería haberse sentido mucho más claro que yo. No lo dejaría escapar como un chico cobarde de esta discusión, tendría que responder al menos la mayor de mis preguntas para conseguir que me quedara un poco más tranquila -- ¿Esto significa algo...?

-- No, en absoluto – Contestó – Vamos, es momento de volver.




Alexander solo me acompañó hasta la puerta de mi casa y luego se marchó con apenas un movimiento de mano. Me alegré de no encontrarme con nadie en el camino a mi habitación. En esos momentos, no me importaba siquiera saber que estaba pasando en la vida de Thomas. Solo me concentré en mis propios problemas durante toda la tarde. Fue una de las pocas veces que cerré la puerta de mi cuarto poniendo el seguro, impidiendo de esa manera cualquier visita inoportuna de mi familia. Por mensaje de texto le dije a mi mamá que no me sentía bien. De esa forma, al menos tenía la certeza que me dejaría estar tranquila por al menos unas cuantas horas.

Sentí la necesidad de liberar la presión que sentía gritando con mi almohada presionada contra mi rostro o golpear mi cama hasta no poder más, pero me estaba enfrentando a uno de los principales problemas de vivir con personas cuya audición es capaz de captar cualquier sonido en la casa, aunque la puerta se encontrara cerrada. Cualquier movimiento que haga es captado por mis hermanos o David y posteriormente informado a mi madre. Sollozar o contar un secreto dentro de mi casa –o cerca de cualquier hombre lobo- no es la mejor de las ideas, ya que todo el mundo posteriormente se terminaría enterrando. Lo único que podía hacer era encontrarme tendida sobre mi cama, mirando fijamente el techo y pensando que sin mi familia aquí, estaría golpeando mí cabeza contra la pared hasta perder la conciencia, entre otras cosas. Cuando le pregunté a Alex si el beso significó algo, había estado internamente rogando a cualquier dios que estuviera dispuesto a escucharme que dijera que sí. No sabía que era exactamente lo que esperaba que dijera, pero definitivamente su respuesta había sido todo lo contrario y terminó por hacer que mi corazón terminara herido y el resto de mi cuerpo estuvo luchando todo el regreso a casa por no demostrarlo y fingir que todo estaba bien y que nada me lastimó. La conversación que llevamos mientras caminábamos hacia mi casa había sido igual que cualquier otra, solo que en el fondo ninguno de los dos se encontraba presente. No sabía si al llegar a mi casa me sentiría liberada o acorralada, y finalmente había terminad por encontrarme en algún extraño punto medio en el que no hay forma de escapar pero no hay nada manteniéndome con una cadena.

Hace tiempo me había resignado a que mis peticiones al cielo no se cumplieran, pero de igual forma nunca había dejado de intentarlo. En esa ocasión, estaba pidiendo que el tiempo borrara todo lo que estaba mal lo más pronto posible. Que todas las cosas fueran arregladas. Pero la esperanza de que realmente se cumplieran mis deseos estaba extinta. El silencio de mi habitación me proporcionaba un consuelo extraño, un tipo de tranquilidad forzada que realmente no lograba calmar mi mente. Sentí el impulso de llamar a alguien para hablar de cómo me sentía, y ese alguien resulta ser Alex. Pero no creía que fuera una buena opción por ahora. Entonces, como si el universo estuviera jugándome una broma, junto a mí, mi celular comenzó a vibrar. Perezosamente me estiré hacia el pequeño mueble de madera para tomarlo. Sentí alivio y desilusión al mismo tiempo cuando vi que no era mi mejor amigo quien llamaba. Apreté el botón de contestar e intenté hablar con la voz más casual y animada que fui capaz de fingir.

Behind the glassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora