·CHICAGO· [micronovela]

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~La conocí camino a Chicago.
Donde como yo estaba sola.
Así que pregunté por su nombre.
Ella sonrió y me miró.
No sé como una mujer así
Se pudo enamorar de mi~


Ser Michael Jackson nunca había sido fácil. Sus horarios eran tan estrictos que cada minuto perdido contaba. El día estaba compuesto de horas exactas, así como cada sorbo de un vaso de agua le agotaba el tiempo para llegar al siguiente evento. A veces era tan cansado que colapsaba, se quedaba dormido o se iba enfadado como un malcriado niño que no soporta más. Era comprensible, pues a nadie le agradaba su estilo de vida que contenía poca comida y descanso; la mayor parte era trabajo duro. Los ensayos absorbían su salud, puesto que la transpiración le restaba la mayor parte de agua en el cuerpo. Además de enfermo, casi siempre estaba solo.

¿Qué haría un hombre rico de infancia robada en Disneyland completamente solo, sin amigos?

Una cosa era segura; Michael se quedaba dormido mientras jugaba, en un rincón formando un rompecabezas. El aire demasiado apretado, con los brazos caídos y el cuerpo suelto en un simple pijama. Al día siguiente tocaba volver a un trabajo. Aunque el escenario le encantara, al bajar simplemente nada tenía sentido.

Michael despierta. Se talla los ojos en un vaivén con los dedos. Descubre que está en el suelo de su casa, y se había quedado dormido de nuevo al dibujar un Mickey Mouse. Está medio terminado, así que dobla el papel que estaba en el suelo y lo guarda en su bolsillo del pantalón. Su cuerpo se alza del suelo para poder darse una ducha. Retira su ropa, absolutamente toda. Al bajar su ropa interior descubre unas marcas en sus piernas, las cuales son por su ajuste le causan esas líneas que se han enrojecido.

Entra a la ducha, y de un momento a otro descubre que se ha quedado dormido mientras despertaba. Está en el avión, camino a Chicago. Primera clase, para ser exactos. Viaja junto a su personal, cómodamente y sin que nadie le mire fijo como acosándolo.

Un instinto en su interior le dice que se levante por un trago. Sólo uno, esas malteadas que le encantan están justo al otro lado de la cortina que separa ambas clases, pero no habría problema en estar con la clase media que ni siquiera le miraría ya que estaban muy ocupados en sus trabajos o durmiendo pensando en aquella mujer. Así que lo hace, y frente a las mujeres que trabajaban con él siempre les había gustado, como un imán de mujeres. Era atractivo, no tenían que negarlo... pero sí imposible.

Entonces camina y atraviesa la cortina cuidadosamente, con esas manos largas y suaves. Corre por completo la tela y mira en la mesa metálica el recipiente y varios vasos de cristal con malteada de vainilla. Mira hacia los lados para saber si alguien estaba presente bajo la luz amarillenta que pendía del techo. Hay otra cortina justo enfrente, y del otro lado hay ruiditos. Por una curiosidad que siempre había poseído desde que estaba pequeño, mira por la rendija que está entre la tela y la pared artificial del avión. Mira las personas, sentadas y dormidas. Una azafata está sirviendo una sopa caliente para alguien con un resfriado.

Con su mano hace crecer la abertura, y se inclina hacia atrás en un sólo movimiento. La mujer sentada en esa primera fila es tan bella. En su rostro se mira esa mueca de concentración ya que se encuentra hojeando una revista acerca de Egipto. O eso alcanza a apreciar en la portada. Cruza las piernas y su cabello se mueve, se mira majestuosa. Lleva una falda hasta la rodilla, junto a un chaquetín negro que le hace ver profesional. Michael queda embobado, pero teme que alguien lo descubra y cierra la cortina por completo.

Toma un vaso transparente con malteada, y en ese momento mira los dulces. Había chocolates, de esos que siempre le ponían hiperactivo. Toma uno y lo come. Voltea la cabeza a un lado, y asegurándose que no hay nadie se mete unos cuantos en el bolsillo de la camiseta. Entonces la cortina se abre y vuelve a cerrarse.

Es ella.

—¿Sabe si hay un cigarrillo aquí? Nadie me responde.

La mujer se ríe ligeramente con un tono seductor, entonces Michael niega con la cabeza, medio idiotizado por sus curvas.

—Sólo vine por unos chocolates y una malteada. Ya sabe, adultos.

Esa había sido la respuesta más estúpida que había escuchado en su vida. Se ríe la mujer de labios rojos, mientras lo mira como si no pudiera creerlo. Eso ocurre unos segundos, pero sus facciones se relajan y hace pensar que realmente no sabe con quién está hablando. Michael se siente cómodo con eso.

—Tú eres Michael, ¿cierto?

Él asiente, y vuelve a comerse un bocadillo con torpeza. En una de sus manos lleva la malteada, pero ella sólo mira sus labios moverse.

—¿Y tu nombre es...?

—Clay, no encuentro un apodo para eso.

Sonríe, y le mira directamente a los ojos. Ella sabe lo que quiere, y lo tuvo demasiado presente con la forma en que se recargó en la mesa de metal. Sus piernas se juntan, completando la hermosa silueta que su cuerpo representaba. Michael le invita un chocolate y Clay acepta con gusto. No había visto el escote que llevaba hasta que se agachó ligeramente para recoger uno de los vasos vacíos.

Iba a ser difícil no acordarse de eso.

—Te invito una salida, Michael. Mañana, en Dryin'gs.

—¿Ese nombre tan extraño existe?

—Es mi favorito.

Le guiña un ojo.

—Vale.

No sabía que estaba metiéndose en problemas.



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Juju. Gracias por leer ;)💙
I love you more.

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