VII

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Hola, se que ha pasado mucho tiempo desde la última actualización, pero estos últimos meses se me ha dificultado mucho con el trabajo pero no dejaré la historia. Espero les agrade el capítulo, gracias por la espera y los comentarios que me han brindado todo este tiempo para continuar con la historia.



En una pequeña habitación se encontraban ocho Olímpicos, todos ellos se encontraban en silencio solo se podía escuchar los gritos que lanzaba el joven, todos ellos se mantenían observando el entrenamiento del joven hijo de Poseidón.

— Estoy sorprendido — dijo Hermes, el chico había progresado mucho desde la última vez que lo vio, tal vez aún le faltaba mucho pero el niño iba por buen camino. — Ha progresado más de lo que imaginaba.

— Él niño es un buen aprendiz, aprende rápido, pero aún queda mucho camino que recorrer — añadió Atenea sin apartar la vista del entrenamiento de Percy.

— ¿Espera eso que oí fue un halago? ¿Acaso el niño te cae bien? ¿Un hijo de Poseidón? — pregunto Apolo con una sonrisa, ganándose una mirada furiosa por parte de la Diosa de la Sabiduría.

— Atenea tiene razón, aún le faltan cosas por aprender, pero va por buen camino — exclamó Ares interrumpiendo la discusión entre los Dioses.

Aunque la tranquilidad solo duro unos minutos, — ¿Quién trajo al Minotauro? — exclamó molesta,

Artemisa dispuesta a atacar al monstruo, no iba a permitir que este volviera hacerle daño a su hijo.

— Tranquila, solo es un autómata, no se trata del real — dijo Atenea, impidiendo que su media hermana entrará a la habitación.

— ¿Por qué él? — pregunto Artemisa, aún bastante furiosa, su hijo estaba tan molesto que atacaba al autómata sin percatarse de los peligros — ¿Por qué le muestran a Zoe y Atalanta?

— Percy debe de aprender a calmarse, pensar las cosas con tranquilidad, es bastante testarudo y le puede costar en una batalla. Aunque hay algo que preocupa — dijo Atenea tranquilamente, — ¿Saben cuál es su defecto fatídico?

Tanto Artemisa como Poseidón asintieron pesadamente, — Es lealtad, ¿no es así? — murmuró Artemisa, temiendo la respuesta, aunque había visto varios indicios.

— Es la razón por la que están las cazadoras, quería comprobar mi hipótesis — añadió Atenea. — Saben que esto complica un poco más las cosas.

El resto de los Dioses se mantuvieron en silencio, aun tratando de asimilar la noticia que habían recibido.

— Creo que Percy debería de pasar el verano en el campamento Mestizo — dijo Ares, ganándose una mirada furiosa de la Diosa de la Caza.

— Eso no va a pasar — espetó furiosa, no iba a permitir que su hijo corriera peligro en el campamento Mestizo.

— Se que no te gusta, pero es lo mejor. Mi padre está empezando a dudar de ti — respondió Atenea, sin verse afectada por las miradas que le daba su media hermana.

— ¿De qué hablas? — pregunto Apolo, después de todo su padre nunca había dudado de la lealtad de su hermana.

— Han pasado doce años desde la última vez que te quedaste en el Olimpo y Hera le ha hecho creer a mi padre que es por que lo has traicionado — dijo Atenea, —Desde que mi padre escucho la Profecía, se ha vuelto más paranoico y ha dudado de todos.

— Pero lo que has dicho es una locura, ¿por qué mi padre dudaría de Artemisa? Ella ha sido de las pocas que siempre lo ha ayudado — espetó Apolo.

Percy Jackson El Hijo de la CazaOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz