CAPÍTULO 20.

1.7K 147 21
                                    

Entramos por la parte de atrás y me sorprende ver una casita de ladrillo al lado camuflada por la arboleda

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Entramos por la parte de atrás y me sorprende ver una casita de ladrillo al lado camuflada por la arboleda.

—Este rinconcito no formaba parte del restaurante, ahora se hace inventario y cuentas si alguien está trabajando en el despacho principal. Pero todo lo que hay aquí es relacionado con mi familia, con mis orígenes.

—Me parece tan guay que tengáis tanta documentación e información sobre de dónde venís. Es que, wow, es impresionante.

Me da un apretón en la mano y desbloquea las puertas del coche.

—Tengo varias preguntas que hacerte —Vuelvo a hablar, sintiéndome con fuerzas de indagar un poco más—. ¿Los Dankworth son más importantes que vosotros?, ¿qué parentesco tenéis?

—Ninguno. Los Dankworth y los Terry vienen de los Edevane, yo vengo de los Fernsby... —Me acerca a él y pone sus manos en mis mejillas al mismo tiempo que yo le rodeo con mis brazos—. Red Deer, no sé qué está maquinando tu cabecita, pero esto no se trata de importancia, todos somos imprescindibles para el funcionamiento. Si nos centramos en cuestión de poder, influencia y relevancia, déjame decirte que sólo hay una familia por encima de la mía y son los Chadburn.

—¿Y esos son...?

—Nathan y su familia.

El tatuado, el marido de Elleine. Un hombre que expulsa por los poros de su piel grandeza, poder, autoridad.

—Entiendo que la posición de los Dankworth sea importante para vuestros intereses, pero no me pienso quedar callada la próxima vez, esa hija de puta tiene fuerza y yo en mi vida me he metido en una pelea física.

—Tampoco me sorprendería que te metieras por primera vez en una..., así que mejor, déjame a mí hacerme cargo de todo y ser el mediador.

—No. —Me niego y siento un copo de nieve en la nariz—. No voy a soportar un círculo vicioso en el que ella me provoca, yo te digo algo, ella para un tiempo y vuelta a empezar.

—Sissi, no va a ponerte las manos encima nunca más.

—¿Cómo estás tan seguro?

Se agacha para responderme en un susurro.

—Te lo dije una vez, Red Deer, el único que te toca soy yo, nadie más tiene ese derecho y, quien se atreva a pasar el límite: que sea consecuente con el desenlace.

Mis terminaciones nerviosas empiezan a palpitar, mi cerebro se cabrea por permitir que se sienta legitimado a emanar tanta posesividad hacia mi persona y mi piernas flaquean porque no puedo negar lo obvio: me encanta que me hable tan directo, tan bruto, con tanta seguridad y determinación, que me rete.

Me pone y mucho.

Me recompongo como puedo y paso por su lado, intuyendo adónde debo ir por lógica pura.

Wild life.Where stories live. Discover now