CAPÍTULO 14.

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—Diez minutos

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—Diez minutos. Diez putos minutos pedí.

—Los exigiste. —matizo.

—¿Pensabas que iba a dejar que te fueras? —Nash no es de los que se controlan, excepto cuando está furioso y tiene que regularse a sí mismo. En esos momentos parece la persona más calmada del mundo y eso significa que la tempestad está por arribar.

—Lo que pensaras o no, me da igual, Callegher. —Sueno más relajada y segura de lo que me siento y me aplaudo a mí misma por saber llevar la situación—. Apártate de mi camino.

Suelta una especie de carcajada seca y se aproxima a mí.

Es el depredador y yo la presa.

Quiere enjaularme y lo va a conseguir.

Miro hacia el hueco que hay y me abalanzo sin pensármelo dos veces. Consigue bloquear el espacio y mueve la cabeza en un gesto autoritario de que vuelva al ascensor.

Sonrío.

Es hora de jugar mis cartas.

El corazón me va a mil cuando me acerco hacia él y noto la rapidez con la que se eleva su pecho. Está intrigado, en alerta por saber cuál será mi próximo movimiento.

Me pongo de puntillas e ignoro el dolor que noto en los dedos de los pies al estar ejerciendo todo el peso de mi cuerpo en una zona tan sensible y lo atraigo hasta mí.

Paso mis manos por su cuello y planto los talones en el suelo. Por Buda, qué alivio siento cuando se agacha y descanso el peso donde debo.

Rodeo su nuca y lo atraigo hasta juntar nuestros labios.

Tenía ganas de esto y tenía ganas de llevarlo hasta mi terreno. Me dejo llevar por el éxtasis que me produce enredar mi lengua con la suya, explorar su boca como si no lo hubiera hecho ya en varias ocasiones e incluso me permito cerrar los ojos porque sentir su gruñido contra mis labios me hace vibrar por completo.

Entonces, me aparto y empieza la cacería cuando echo a correr con el pulso acelerado y la adrenalina in crescendo. No me permito mirar hacia atrás y no me hace falta saber que está totalmente de acuerdo con mi decisión al escucharle contar hasta diez en voz alta.

¡Maldito número de mierda!

Para él es un juego.

Sabe que puede alcanzarme y cree que es justo darme ventaja.

No bromeaba cuando decía que le gustaba perseguirme y no tiene ningún inconveniente en sonreír cuando empiezo a dar vueltas en un coche aparcado y me protejo de su victoria inminente.

Hace frío, no obstante, estoy tan excitada que me entran ganas de pedirle que me lleve al siguiente nivel para ayudarnos mutuamente a entrar en calor.

—¿Acabas de utilizarme para salir corriendo, Sissi?

Wild life.Where stories live. Discover now