CAPÍTULO 24.

3.5K 302 109
                                    

Me siento triunfadora por haberle desobedecido y haberme tocado mientras me duchaba y eso me enfurece conmigo misma

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me siento triunfadora por haberle desobedecido y haberme tocado mientras me duchaba y eso me enfurece conmigo misma. ¿Acaso ahora el reto a superar tiene nombre y apellido?

Fuera como fuese, él no se enteraría ni tampoco quería que lo hiciera. O tal vez sí.

Nash me había leído demasiado bien y me molestaba —y me negaba a admitir, por muy cierto que fuese, que tenía razón— que supiera leerme tan bien.

«¿Te excita la adrenalina?». Sus palabras me habían confundido porque no me considero una persona temeraria ni tampoco necesitada del éxtasis por algún malfuncionamiento de mi cerebro.

Es más, considero que soy más que normal, ¿a quién no le gusta un poco de acción de vez en cuando?

Pero entonces, el maldito Nash Callegher había vuelto a abrir la boca, demostrando su eficacia a la hora de leer a las personas, de leerme a mí, insinuando (acertadamente) que, siempre había ansiado más que un par de azotes y, por qué no decirlo, un estrangulamiento en pleno acto.

Siempre quería más. Pero no más hasta el punto de hacerme sangrar y es que, el dolor no es algo que me llamara la atención, la humillación tampoco, pero joder, antes de meterme a la ducha y comprobar si él tenía razón o no, me di cuenta de que ya estaba perdida.

El efecto Nash Callegher había hecho mella en mí y, la única forma de quitármelo de encima era pasando a la siguiente base. Conociendo cada rincón de su cuerpo y dejando que mi mente se diluyera mientras gozaba de todo lo que un hombre como él quisiera ofrecerme.

Porque eso es lo que seríamos, ¿no? A final de cuentas, mi estancia en su territorio tenía los días contados.

Con ese pensamiento en mente y, apiadándome de Anne y mi padre, me decanto por un vestido al que Alicia y yo habíamos bautizado como el matador, un vestido que estaba esperando a su momento ideal.

Y, honestamente, sin duda creo que es este.

De pedrería en los tirantes de la espalda, dejando toda mi piel al descubierto aun siendo de manga larga y de un color azul plomo, ajustado a mi cintura de bailarina y que, sin ser de escote pronunciado, mostraba trozos de piel de forma tan elegante y peculiar que estoy segura de que hasta la realeza británica me llamaría para pedir consejo.

Necesito ver la reacción de Nash intentando contenerse delante de mi padre, necesito volver a vivir esas chispas que hay a nuestro alrededor

Me peino rápidamente, dejando el cabello algo húmedo, como si fuera un secado al aire.

Miro el reloj y, muy a mi pesar, no me da tiempo a maquillarme. Al menos no mucho, porque no voy a permitir que los granitos que tengo por la frente se noten, los del resto de la cara, pueden pasar desapercibidos.

Los que llevan a mi mayor complejo, no.

Hago mi entrada triunfal —o al menos un intento de ella— y me fijo en cada uno de los que están aquí.

Wild life.Where stories live. Discover now