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Pero no lo era. Lo supo cuando Scott se tambaleó ligeramente. Scott nunca haría eso. Sin decir nada, lo llevó al baño y se metió con él, ignorando los propios calambres que la atacaban. Algo se estaba incubando dentro de ella, lo podía sentir. No estaba en control de ella misma y clavarse las garras en las palmas no hacía ni cosquillas, pero su mente estaba centrada en Scott. Tenía que ayudarlo, no podía dejarse distraer por simples molestias; o al menos eso era lo que se decía.

Scott se mojó la cara en el lavabo pero no parecía ayudar, los colmillos saliendo de su boca eran prueba de ello. Hannah le tomó por los hombros, obligándolo a verla.

—Tus ojos —exclamó Scott, notando como brillaban.

—Lo sé. No puedo controlarme.

Minutos después, el padre de Kira encontró a Hannah en el suelo, abrazando sus rodillas como si quisiera mantenerse unida, mientras escondía su cara entre ellas. Scott estaba sobre ella pero parado, con sus brazos recargados en la pared.

—No sé lo que está pasando, pero Hannah está empeorando —gruñó Scott a entre dientes, apenas sacando fuerza para conseguir que las palabras salieran de su boca—. Traiga a Stiles.

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—Sigue pasando —dijo el padre de Kira, viendo como los ojos de Scott se iluminaban de un rojo intenso cada unos pocos segundos—. ¿Qué hay de ti, Hannah?

—Estoy bien —murmuró Hannah con la voz seca. Se habían movido al gimnasio, donde se encontraron con los demás. A nadie le pasó inadvertido que Hannah estaba mintiendo.

—Beta...

—Estoy bien —gruñó Hannah, abandonando su posición y parándose, cuidando no tambalearse. Para controlar el temblor en sus manos, cruzó los brazos y miró desafiante a cualquiera que pareciera tener intención de contradecirla—. ¿Los demás?

—No puedo ocultar las garras —admitió Malia.

—Obviamente esto los afecta de una manera que no afecta a los seres humanos —concluyó el señor Yukimura.

—Tienen que esconderse. Debemos ponerlos en cuarentena... de la cuarentena —añadió Stiles.

—¿Pero en dónde? ¿Y si se ponen violentos como en luna llena? —preguntó Kira.

—No deberíamos quedarnos en los casilleros —opinó Scott.

—Un salón de clases no nos detendrá —dijo Malia.

—¿Y el sótano?

—Demasiadas salidas —suspiró Hannah—. Debe de ser algo seguro, donde no puedan encontrarnos, como la bóveda de los Hale. Siempre tienen una segunda ruta de escape, hay otra manera de entrar a ella.

Hannah escuchó como sacaban un plano de la escuela y comenzaban a hacer conjeturas pero no podía concentrarse. El sudor corría por su espalda, sus manos le temblaban y sentía que podría vomitar en cualquier momento. No entendía por qué estaba peor que Malia y Scott. A ella siempre se le había dado bien controlarse, incluso cuando era más joven e inestable. De repente, recobró la conciencia cuando de reojo vio como Stiles se tambaleaba de estar totalmente bien. Dejó su lugar sentada y se paró, llegando a él. Sin decir nada, le tomó el brazo ignorando los nervios que le provocaba tocarlo y lo examinó. Tenía las mismas marcas que la chica, Sydney.

Losing /Teen Wolf |running#3|Where stories live. Discover now