XI

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Hannah se había aislado de todos, al punto de que aun en Beacon Hills parecía estar a millas de distancia. No había sabido nada de Peter, pero Derek parecía estar al pendiente de cada ligero movimiento suyo. Aunque bueno, no es como si Hannah hiciera gran cosa, básicamente se limitaba a quedarse viendo la televisión y a comer comida chatarra. Esa tarde no había sido la excepción. En su regazo había un gran bote de palomitas de maíz de extra mantequilla junto con una Coca-Cola que estaba segura llevaba ahí desde antes de que se marchara a Francia. Escuchó el elevador subir, haciéndola subir la guardia al instante, pues Derek había salido al supermercado hace apenas media hora y no esperaba a ningún visitante. Ya había ido a desayunar a casa de Scott con Melissa hace un par de días, por lo que no se imaginaba quién más pudiera querer ir al loft.

—¡Hannah bebé! —canturreó Lydia antes de salir del elevador, con una tímida Kira detrás de ella.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Hannah, frunciendo el ceño.

—Vinimos a sacarte de tu patética miseria —diciendo esto, Lydia le arrebató la cobija de las manos, mirándola desaprobatoriamente—. ¿Hace cuánto que no te bañas? Tu cabello es un asco —antes de que Hannah pudiera replicar, Lydia la paró de un salto y prácticamente la empujó hasta el baño—. Quiero que te pongas guapa. Hoy es noche de chicas. No intentes replicar, ya tengo todo planeado. En el baño ya te dejé un vestido que obviamente te queda y es perfecto porque yo lo escogí. No te molestes en maquillarte, Kira y yo haremos todo el trabajo. No tardes demasiado.

Le cerró la puerta en la cara, impidiendo que Hannah dijera algo, aunque incluso si le hubiera dado la oportunidad no sabría qué decirle. Se quedó unos segundos mirando a la puerta, estupefacta.

—No escucho el agua correr, cariño —gritó Lydia, pareciendo ser lo que Hannah necesitaba para ponerse en movimiento. Sin querer mirarse en el espejo, consiente del nada atractivo aspecto que seguramente tenía, entró a la ducha y diez minutos después estaba lista. Se puso el vestido que Lydia le había dejado seguramente a Derek para que lo colocara en el baño, cuando salió no pudo evitar quejarse con Lydia.

—Lyd, estoy seguramente de que mis senos se ven hasta Francia.

—¿Por qué crees que lo escogí? —dijo Lydia orgullosa, saliendo del cuarto de Hannah para tomarle la mano y jalarla de regreso a él. Kira les esperaba con un improvisado kit de maquillaje sentada al borde de la cama.

—Tu cabello es perfecto —la alagó Kira. Hannah se sentó a su lado y sumisamente dejó que Lydia comenzara a maquillarla mientras Kira jugaba con su cabello.

—¿Y qué se supone que haremos? No es que me esté quejando, pero...

—Te daremos la mejor noche de tu vida —exageró Lydia—. Tenemos todo planeado, confía en nosotras.

Una vez que acabaron de jugar a la muñeca con Hannah y dejarla despampanante con los labios rojos y el pelo trenzado, Kira y Lydia comenzaron a arreglarse, contándole mientras a Hannah los chismorreos del instituto, quién se había acostado con quién, quién había resultado embarazada, quién andaba con quién... La rubia solo escuchaba con atención, sonriendo agradecida por la distracción que le proporcionaban sus amigas.

Y en efecto, Hannah tuvo una de las mejores noches de su vida. Fueron a cenar a un restaurante elegante de comida japonesa donde Lydia terminó haciendo el ridículo solo para hacer reír a Hannah al intentar comer con palillos exagerando sus movimientos, fueron a un club nocturno y bailaron hasta que los pies les dolieron, haciendo un concurso entre ellas de quién bailaba de la peor manera. Cuando llegaron a casa de Hannah empezaron a ver una película de terror, Lydia bebiendo de una botella de vodka que le había robado a su madre, Hannah de una botella de su propia viñedo de Italia y Kira hartándose de helado de vainilla, grabando con su celular a sus ya ligeramente borrachas amigas.

Losing /Teen Wolf |running#3|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora