Capítulo 33.

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Desperté sin chistar, y me dirigí a la sala en pijama, porque si iba a morir, iba a morir con mi estilo pijamoso de pasteles.
Yo sabía que no era tiempo para hacer chistes, pero era lo único por lo que seguía de pie, así que no iba a dejar perder mi última oportunidad para sonreír por mi sarcasmo.

Me senté en la sala con unas pantuflas de pato.

—¿Pensando? —Josh apareció frente a mí.

No respondí. Habían dos hombres a su lado, uno moreno y otro blanco como la leche; el moreno tenía la estaca y el otro hablaba acento ruso.

—¿Ya me van a matar o qué esperan?

—Todavía no. —Habló el ruso—. Hasta que tus amigos se vayan.

—¿Asustada? —Preguntó el blanco.

—¿Parezco que lo estoy? —Alcé una ceja.

Nadie respondió.

—La muerte estará feliz de conocerte. —Añadió Josh.

—Y yo a ella. —Me levanté a tomar un vaso con leche.

—Tienes unos ojos fríos. —Me miró el blanco—. ¿Serán como tu alma de vampira y humana?

—Tal vez, pero mi alma es roja escarlata, por todas las muertes que he causado durante mi trayectoria de vida. —Le susurré con un toque retador.

El moreno se dirigió a pasos pesados y rápidos hacia mí, y estaba a punto de enterrarme la estaca cuando Josh le dirigió una mirada amenazadora.

—¿Quiénes son? —Preguntó Matías entrando a la cocina, observando en vivo la escena donde el moreno casi me mataba con una estaca y sólo me miraba con odio.

—Mis amigos. —Contestó Josh—. ¿Podemos ver el televisor?

—Pregúntale a la dueña del castillo. —Matías suspiró cansado—. ¿Qué vas a querer comer?

—Dudo que me quede para comer. —Él asintió.

—¿Irás con ellos a algún lugar? —Me encogí de hombros.

—Algo así.

—De acuerdo. —Asentí—. Voy a ir de compras con Chase, ¿no vas a querer ir?

—No, así estoy bien. —Sonreí de lado y él se sonrojó—. Vayan ustedes.

Mordió su labio inferior mientras negaba con la cabeza y se fue.

Sonreí, al menos alguien la pasaba bien.
Cuando ellos dos se fueron, cabiendo admitir que eran los últimos que estaban en el castillo, el moreno ya se había calmado.

—Ya no hay nadie. —Dijo.

—Sí, cierren la boca y ya mantenme antes de que me arrepienta.

Asintieron y comenzaron a hacer un ritual.

Susurraron unas cuantas palabras en otro idioma. Tenía los ojos cerrados y las manos sobre mis ojos, me habían dicho que así era una manera la cual mi don se iba deshaciendo, permitiéndole a mi alma salir más rápido.

Inhalaba y exhalaba.

—Creo que olvidé... ¡Jade! —Esuché los pasos de mi padre yendo hacia mí.

—¡Papá! —Había pensado en abrir los ojos—. Esta es la solución al problema, tengo que entregarme para que termine todo esto.

Hubo un rato de silencio donde me temí lo peor.

—¡Mátame! —Exclamé a punto de perder la cordura.

Abrí los ojos y lo que vi me hizo perderla completamente.

—¡Papá! —Estaba tirado en el piso, con la estaca enterrada.

Estaba muerto.

Los cazavampiros sólo s e me quedaban viendo, como si fuera una pobre chiquilla.
Pero juraba que si no me dejaban un momento a solas no sería más una pobre chiquilla.

—Salgan. —Ordené de la mejor manera posible.

Todos salieron, y en el fondo sabía que era lo mejor.

Hice lo que pude. Saqué la estaca de su corazón y limpié con agua todo lo que pude.

—¡Declaro la guerra hacia los cazavampiros! —Grité a todo pulmón.

—¿Acaso te haz vuelto loca? —Preguntó Chase completamente asustado—. ¿Crees que una guerra en contra de ellos solucionará las cosas?

—¡Ellos se lo buscaron!

—¿¡Cómo se lo han buscado!? —Gritó a punto de perder la cordura.

—Asesinando a mi madre... —Me levanté secando mis lágrimas—...y a mi padre.

La habitación volvió a caer en silencio.

No me quedaría con los brazos cruzados observando como asesinaban a más personas que amaba.
Era mi turno de atacar.

No quería pelear, mas sin embargo ellos habían iniciado el fuego, y ellos morirían incendiándose en él.

Aeternum.  [EDITANDO]Where stories live. Discover now