Siguiendo al conejo

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Érase una vez una niña muy curiosa llamada Alissa que tenía una gran imaginación. Le encantaba curiosear alrededor del reino, buscando nuevas aventuras y tesoros a descubrir.

Un día, su madre la llevó a las afuera de Rintiero. Se ubicaron en una verde colina, admirando los colores a la distancia.

Su madre sacó sus pinceles y pinturas y armo un caballete para comenzar a pintar. Le encantaba capturar los paisajes de toda Primoria.

Mientras tanto, Alissa se recostó contra un árbol, un buen libro en su regazo. Pero no podía concentrarse en la lectura, pues su mente estaba en todos lados. Quería salir a explorar, y debía admitir que estaba realmente aburrida.

De pronto vio un movimiento por el rabillo del ojo. Cuando volteó se encontró con un niño usando una máscara blanca de la que salían un par de largas orejas puntiagudas. Un conejo. Se encontraba a varios pasos de ella, así que Alissa se levantó de inmediato para preguntarle quien era. Pero apenas dio un paso al frente, el niño salió huyendo.

"¡Espera!" gritó Alissa. Miró a su madre, pero ella estaba completamente concentrada en su pintura, así que se echó a correr tras el muchacho.

La única razón por la que no lo había perdido era porque podía divisar sus orejas blancas.

De pronto , Alissa tropezó y comenzó a caer colina abajo. Intentó detenerse, pero no pudo hacer nada. Se sostuvo de raíces y ramas, pero igual acabó cayendo por el borde, sumergiéndose en el río.

Salió a la superficie pataleando con fuerza, mirando a su alrededor desesperada por encontrar la orilla. Entonces un bote se acercó a ella y quienes estaban a bordo la ayudaron a salir del agua. Tenían unas bellas máscaras multicolores, todas con formas de diferente tipos de peces. Había una con forma de pulpo también, otra de pez espada. Y otra con forma de cangrejo.

La llevaron al otro lado del río, y apenas Alissa tocó el suelo se dio cuenta que estaba en un lugar muy diferente del que había venido.

El cielo parecía estar hecho de pinceladas de pintura, mientras que el piso bajo sus pies estaba cubierto por vidrios de colores. La niña se alegró de estar usando unos delicados zapatos que le impedirían cortarse y al mismo tiempo no romperían el cristal.

Comenzó a caminar, alejándose del bote que ya estaba volviendo al río.

Alissa se encontró con unas inmensas rosas, del doble de su altura y se quedó maravillada observando sus colores. Parecía que manchas de pintura habían salpicado sus pétalos en una lluvia de tonos. Una a una se fueron abriendo para dejarle el camino libre a la niña. Llegó a un claro en donde se encontró con una bellísima mujer. Su cabello era multicolor y tenía una máscara con forma de mariposa.

"No deberías estar aquí" le advirtió la mujer.

Alissa le contó que tan solo buscaba al niño con las orejas de conejo y la mujer resignada al ver la testarudez de la pequeña, le indicó el camino correcto. La niña no parecía querer oír sus advertencias ni sus consejos acerca de volver a casa. Sólo quería encontrar al niño que estaba buscando, mientras exploraba el mundo mas mágico que jamás hubiese conocido.

Se sumergió en un oscuro bosque y caminó por un buen rato, hasta que se encontró con un joven portando una máscara de gato. Incluso tenía bigotes. Y su enorme sonrisa era algo escalofriante. Él le indicó varios caminos, pero sólo acabó confundiendo mas a Alissa, así que decidió no prestarle atención y seguir por el camino al que se estaba dirigiendo. Probablemente el joven sólo quería despistarla para burlarse de ella.

Salió del bosque y bajó una colina para encontrarse en un claro con una enorme mesa. Sentado en ella había un hombre con una gran sombrero de gala y una máscara con tuercas y tornillos. Sólo había visto algo así en Yakim.

También había otros invitados con máscaras de animales y Alissa decidió sentarse junto a ellos a tomar el té. Pero no quiso perder mas tiempo y salió de allí continuando su búsqueda del niño de orejas blancas.

Llegó a las puertas de un inmenso palacio que no se parecía en nada al de Ventralli. Caminó por un estrecho pasillo, sus paredes rodeadas por hermosos tapices. En cada uno de ellos, se representaba un reino diferente de Primoria y Alissa absorbió cada detalle de ellos.

Finalmente se encontró en un jardín y rápidamente vio al niño que buscaba. Corrió hacia él, quien parecía estar pintando unas rosas de cristal.

"No deberías estar aquí" le dijo el pequeño, repitiendo las palabras de la mujer en el bosque.

Alissa quiso contestarle, pero de pronto una enorme sombra la cubrió de pies a cabeza. Alzó la mirada para encontrarse a una mujer vestida de rojo, portando una máscara con forma de corazones y una corona en la cabeza.

Había visto a la reina de Ventralli y no se parecía en nada a ella. En realidad, no se parecía a ninguna reina de toda Primoria.

Su ceño fruncido marcaba sus facciones mientras le ordenaba a Alissa tomar el puesto del niño de orejas blancas.

La niña tomó un pincel y comenzó a pintar las rosas blancas de cristal con un tono colorado, bajo la estricta supervisión de la reina desconocida.

Trabajó por un rato, pero en seguida se aburrió y en un descuido, rompió una de las flores. La reina se enfureció tanto que toda su cara parecía ser roja y comenzó a gritar pidiendo que cortaran la cabeza de la niña.

Alissa corrió, siendo perseguida por una gran cantidad de guardias, intentando escapar de su inminente muerte. Pero los guardias eran muy rápidos y sus pequeñas piernas no le permitían adelantarse demasiado.

Su corazón latía fuertemente, estaba a punto de ser atrapada, cuando de un fuerte impulso se sentó, dándose cuenta que acababa de despertar de una terrible pesadilla. Miró a sus alrededores desorientada. Su madre seguía pintando como si nada hubiera sucedido. Y es que así fue, nada fue real. Pero aun así Alissa decidió ser más precavida desde entonces, volviendo su mirada al libro que estaba aún en su regazo y echando un vistazo comprobando que no hubiese ningún niño con orejas blancas de conejo.

Érase una vez en VentralliWhere stories live. Discover now