Vidrios de Colores

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Érase una vez unos hermanos muy unidos. Habían perdido a su madre cuando eran tan pequeños que ya no la recordaban. Vivían junto a su padre en una humilde casita en Ventralli.

El niño era muy listo e ingenioso, mientras la niña era muy simpática y educada. Ambos se complementaban y nunca se separaban del otro.

Su padre solía trabajar en la talla de madera, pero había perdido toda inspiración cuando perdió a su esposa.

Entonces un día sus hijos lo vieron comenzar a tallar otra vez y se alegraron muchísimo por el repentino cambio. Pero dicho cambio no era injustificado, por el contrario, había una razón en su nueva actitud: una mujer.

Pronto se casó con ella y la llevó a vivir a su casa, pero la mujer odiaba a los chicos. Incluso se sentía celosa de ellos, pues quería al hombre para ella sola. Eso la llevó a hacer cosas inimaginables.

Trataba de culparlos de cosas que no habían hecho, los trataba mal e intentaba que su padre se decepcionada de ellos.

Los niños intentaron contárselo a su padre, pero el hombre estaba concentrado en su nuevo talento redescubierto y no les prestaba atención. Los pequeños comenzaron a sentirse muy solos, su único consuelo era que se tenían el uno al otro.

Un día, decidió llevar las cosas aún mas lejos. Le pidió a los niños que fueran a buscar madera para su padre a lo mas profundo del bosque. Ambos partieron en busca del mandado que le habían pedido. Juntaron ramas y troncos, intentaron no salirse del camino, pero no había mucho para recoger allí. Cuando quisieron volver, no podían hallar el camino a casa.

Caminaron y caminaron, buscando alguna pista, una indicación que les recordara por donde habían venido. Pero sentían que estaban dando vueltas en círculos y cada vez se alejaban un poco más. El sol comenzaba a ocultarse cuando empezaron a asustarse enormemente. Su desesperación los llevó a una parte del bosque que jamás habían visto. Y entonces, algo brilló con los últimos rayos de sol. Siguieron el rastro y se encontraron con una casa hecha completamente de cristal. Colores se cruzaban, formando un arcoíris. Rojos, amarillos, azules, naranjas. Un deleite para los ojos, especialmente en el caso de los niños que amaban observar los colores vibrantes de Ventralli.

Hipnotizados por el brillo y la hermosura de lo que estaba frente a ellos, entraron a la casa. Era aún mas preciosa por dentro, pues los colores creaban reflejos por toda la estancia, e incluso el suelo era un espejo y reflejaba los vidrios de toda la casa. Parecía surreal, como un sueño. No sabían donde era arriba y donde abajo.

De pronto la puerta se cerró y una mujer aún mas malvada que su nueva madrastra, los encerró enel lugar. Ato sus manos y pies con una soga y los convirtió en sus esclavos personales. El niño limpiaría cuidadosamente el delicado suelo, mientras la niña lavaba la ropa y los platos. Aunque ninguno cocinaba, la mujer no quería ningún cuchillo cerca de ellos que les pueda ayudar a desatarse, o peor, defenderse.

Durante días, los niños trabajaban sin parar. Se levantaban temprano y ponían todo su empeño en las tareas de la casa. Llegaban exhaustos a la cama, aunque no lograban dormir mucho.

Se preguntaban si su padre los estaría buscando, si estaría preocupado. Si siquiera sabría lo que les había ocurrido. Si vendría a rescatarlos. Pero lo más probable es que aún estuviera cegado por la belleza de su madrastra y si iban a salir de allí tendrían que salvarse a sí mismos.

Ya no podían continuar así. Por eso una noche, decidieron aguantar la tentación de caer en un profundo sueño. Esperaron atentos a que la mujer se durmiera y entonces procedieron a intentar cortar las cuerdas con los mismos vidrios que formaban parte de la casa. Buscaron un borde filoso y a pesar del cansancio que tenían, lograron cortar la soga y liberarse.

Salieron huyendo de allí, encaminándose otra vez a lo más profundo del bosque. Entonces vieron algo en el suelo. Pedacitos de vidrio, indicando un camino.

El niño los había dejado caer desde que habían salido de su casa, pero recién en esa oscuridad con la luz de la luna reflejándose en ellos y haciéndolos visibles, lograron divisarlos. Los condujeron directamente a su casa.

Las luces aún estaban encendidas y eso llamó la atención de los niños. Antes de que pudieran entrar, la puerta se abrió de golpe y su padre apareció en la abertura viéndose desesperado y arruinado. Cuando los vio, su cara se llenó de tal alivio que cayó de rodillas, aún sin poder creer lo que veía. Sus hijos habían encontrado el camino a casa y estaban sanos y salvos. Ellos se abalanzaron sobre él y los tres se unieron con fuerza en un profundo abrazo.

El hombre les contó que cuando los niños no volvieron a casa, comenzó a buscarlos por todo Ventralli. Incluso había estado en Yakim y Paisly, pero no había rastro de ellos. Había dejado a su madrastra apenas se había dado cuenta de sus intenciones, apenas había abierto los ojos. Pero era demasiado tarde. Por eso les pidió disculpas a sus hijos una y otra vez, y ya no necesitaba nada más para recibir inspiración al tallar madera. Ellos eran su inspiración.

Érase una vez en VentralliWhere stories live. Discover now