«- ¡Por qué no te vestías así para verme! - Me sumergí bajo una máscara superficial intentando esconder mi profunda desesperación veía como sus ojos me miraban extrañados, él esperaba una típica pelea de un Noé y una Exorcista. En el fondo sabía que...
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13. La mataré con mis propias manos. ("La Traidora")
El sol iba saliendo de su escondite, era la señal que su turno estaba a punto de terminar. Cruzado de brazos su dedo comenzó a dar golpes nerviosos sobre él, ¿Acaso no pensaba regresar aquella idiota?, ¿Acaso no es una dama? Parece que lo de dama se lo había olvidado en la Orden. Eran algunas de las cosas que pensaba el japonés, sin darse cuenta comenzó a caminar hacia las habitaciones de los hombres de la mina, no sólo sería un escándalo si era vista por los demás saliendo de la habitación de un tipo en plena madruga, sino que también podría manchar la reputación de las mujeres de la Orden. Cuando quiso reaccionar a lo que estaba haciendo, ya estaba adentro de los dormitorios, caminando por el pasillo buscando la habitación de aquel hombre, agudizo sus sentidos para poder oírlos o al menos sentirlos.
A lo lejos le pareció escuchar su timbre de voz, en ese momento cayó en la cuenta de que no le podría decirle o exigirle lago, de hecho el no debía estar allí, no tenía por qué meterse en su vida, dio la media vuelta dispuesto a irse pero en menos de tres segundos volvió a voltearse siguiendo el camino hacia el cuarto desde donde provenía la voz.
Su mano se dirigió hacia el picaporte, de hecho lo había tomado entre sus manos, pero se percató que ellos estaban hablando, y la curiosidad pudo más. Inmóvil se quedo en silencio aclarando aún más sus sentidos, para no perderse de ningún detalle de aquella conversación.
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— Y si te quedas conmigo... —Escuchó la proposición del minero, de sus labios escapó una risa muda, era la proposición más estúpida que había escuchado, parecía sacada de un mal libro de romance. Como si un simple minero le pudiera dar algo a una exorcista además de que el trabajo del exorcista va de vivir en la Orden y todo el tiempo de misión en misión —hay una manera en la que hasta los Noé te aceptarían —Sus ojos se abrieron ampliamente, la sonrisa se borro de su rostro, la confusión se apoderó de sus rasgos orientales y además qué demonios quería decir con lo de "¿Te aceptarían?" —, aun falta unos días para que te vayas, ven conmigo. Si no te atreves a hacerlo sola... Yo te ayudare, con mi fuerza y la tuya lo podríamos hacer sin inconvenientes. Ven conmigo, White esto no tiene porque ser tan doloroso. —Poco a poco iba comprendiendo la situación, su compañera no podía tener un mejor gusto, hablando irónicamente, se había fijado en nada más ni en nada menos que en un Noé. Ni si quiera en un Akuma disfrazado de hombre, sino que en un Noé, quienes estaban en la cima de la pirámide de sus enemigos.
