Extra concurso - Entrelazados

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¡Hola a todos! Esto que publico hoy es un pequeño extra que hice para un concurso del grupo de FB; la ganadora podía elegir el premio, un relato de lo que quisiera de más de 2500 palabras, y fue a por un hard monoso de los Elix :) Quedó mucho más largo que eso al final y era una pena no compartirlo con todos como se hizo con el del cumpleaños de Eric, así que aquí lo tenéis ^___^

Espero que os compense por los días que llevo sin actualizar askjdbsadkjs Intentaré ponerme a ello entre esta semana que viene y la otra, ¿vale? ¡Gracias por vuestra paciencia! A disfrutar ;) 

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Podía decirse que la noche estaba yendo muy bien. Más que bien. Estaban en un restaurante con una iluminación suave que ayudaba a que se creara un ambiente de intimidad pese a lo concurrido que era el local; la comida había sido deliciosa, tanto que no quedaba ni una pizca de ella en los platos que descansaban sobre la mesa, esperando que alguien los retirara; y, más importante aún, llevaban horas juntos. Eric había tenido la enorme suerte de que Juan le necesitara al mediodía, por lo que había salido del trabajo a media tarde y, por supuesto, su próxima parada había sido el piso de Álex. Por una vez, en vez de quedarse allí, habían decidido que les apetecía bastante más salir para que el actor de doblaje no tuviera que cocinar aquella noche. Así que habían ido a dar una vuelta por Barcelona y, tras ver juntos que caía la noche, se habían metido en el primer restaurante que habían encontrado en su camino. Era de agradecer que el lugar estuviera tan bien, aunque lo hubieran elegido al azar.

Eric se sentía como si estuviera dentro de su propio espacio personal y hermético con Álex. Con cuidado, alargó el brazo por encima de la meza hasta llegar a tocar la mano del castaño tomó entre las yemas de sus dedos uno de los de Álex y empezó a moverlo a su antojo, disfrutando de la calidez que desprendía. Era una tontería, sí, pero una tontería con la que disfrutaba irremediablemente. Le encantaba tocarle de cualquier forma, estar siempre con él, sentirle contra su piel. Desde el otro lado de la mesa, el actor de doblaje le observaba mientras apoyaba de forma indolente la mejilla sobre la mano libre y le sonreía con dulzura. A Eric le daba igual que las personas que ocupaban las mesas aledañas les miraran. El restaurante en el que estaba teniendo lugar su improvisada cita no era más que el escenario, lejano y sombrío, donde la presencia de Álex brillaba. Era todo lo que le importaba, retenía en sus retinas el milagro que era el contacto entre sus manos; lo demás, el ruido, la compañía, el olor de la comida, todo lo olvidaba.

—¿Te diviertes? —preguntó Álex con ternura cuando llevaban ya unos minutos sumidos en el silencio.

Eric, azorado de golpe, trató de apartarse. En cambio, el castaño no se lo permitió y entrelazó su mano con la del pelirrojo sobre el mantel. Esta vez fue él el que empezó a mover el pulgar sobre la piel pecosa, acariciándole con extrema suavidad. Al menor se le aceleró el latido de su corazón. Era definitivo, le gustaba demasiado estar así.

—No es que me divierta... —contestó, aclarándose la garganta antes de continuar—. Es que no puedo evitarlo.

—A mí también me pasa, necesito tocarte siempre —dijo él, y reafirmó sus palabras presionándole la mano con la misma melosidad que traspasaba a su voz.

Después de que Eric estuviera a punto de sufrir un ataque cardíaco por culpa de aquella afirmación, siguieron así, adorándose en la distancia con las miradas y demostrándolo con las caricias que se entregaban, hasta que el camarero interrumpió trayéndoles los postres y llevándose después con él los platos sucios. En ese momento, las carantoñas cesaron para que pudieran usar los cubiertos, pero siguieron las ojeadas anhelantes, perdidas, prendadas. Estas no pararon en ningún momento de lo poco que les quedaba de la cena ni cuando salieron del restaurante después de pagar a medias la cuenta y fueron de la mano de nuevo por la ciudad, caminando con calma de vuelta hacia el piso de Álex. Parecían dos tortolitos cuando, en cada paso de cebra con el semáforo en rojo en el que se paraban aprovechaban el tiempo para comerse los labios, siendo los besos cada vez más prolongados y fogosos, de modo que, cuando estaban a apenas unas calles de la portería del edificio en el que vivía Álex, Eric ya ni siquiera sentía que se estuvieran besando; el castaño le devoraba la boca con ansias a cada minuto más renovadas.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora