Capítulo 41: Septiembre

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Antes de nada, quiero disculparme porque este será un capítulo algo más corto de lo habitual y que sirve como transición entre el final de la primera parte y el inicio de la segunda, que empieza en el capítulo que tendréis puntualmente la semana que viene (si no pasa nada, que estas semanas han tenido telita fina xDDDDDDDU). 

También os dejo en multimedia una canción que me ha recomendado una lectora (¡mil gracias! :D) que queda perfecta en la historia~

Y no digo nada más ;)

Nos leemos~

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El resto del verano voló, y apenas tuvo tiempo para echar de menos a Pau. A pesar de que había cada vez menos clientes en el restaurante, Juan había descubierto lo bien que le iba tener a su hijastro empleado a jornada completa en el restaurante para arreglar los desaguisados que los demás trabajadores provocaban y, también, porque Eric aceptaba los turnos que nadie más quería y contestaba afirmativamente incluso cuando le proponía tenerle trabajando todo el día los domingos. Limpiaba, servía, se metía en la cocina a ayudar cuando iban apurados porque hasta él sabía pelar patatas o poner pasta a hervir, aguantaba a borrachos, hacía malabares con la bandeja y ayudaba a los demás. Acabó pasando más horas de las que le tocaba en el restaurante, y aunque solía llegar reventado a casa el esfuerzo le merecía la pena. Cobraba más, él no iba a quejarse.

Además, centrarse en el trabajo le ayudaba a no deprimirse por lo mal que le iba todo en el mundo del doblaje. Cuando decidió apuntarse a la Escuela tenía claro que el negocio de la cultura no era precisamente el más boyante del país, pero quiso convencerse de que con esfuerzo, actitud, lo que le enseñaran en la Escuela y un poco de suerte conseguiría abrirse un hueco allí y establecerse como actor de doblaje, aunque tuviera que compaginarlo con otro trabajo. Él poseía todo aquello, salvo la suerte, que siempre se le había escapado. Y tenía paciencia y constancia, mucha paciencia y constancia para seguir arrastrándose de casting en casting, de una prueba a otra, recorriendo toda la ciudad para que le dieran un mísero papel. Y al parecer nadie quería usar su voz para lo que él realmente quería. De todo aquel esfuerzo lo único que sacó fue un par de anuncios de mala muerte en los que aseguraba con tono entusiasmado que nueve de cada diez dentistas usaban aquella marca de dentífrico, y que la nueva versión de un bollo industrial al que estaba enganchado cuando era pequeño llevaba más chocolate que antes.

Y, como si no tuviera suficiente con todo, se ofreció como algo indeterminado a su hermana. No sabía muy bien lo que era, pero podía clasificarse tanto como conejillo de indias como de ayudante. Blanca, siempre tan previsora, ya había empezado a escribir el trabajo que tenía que presentar al final de segundo de bachillerato. En el fondo la admiraba. Su hermana había hecho el esfuerzo de contactar antes de tiempo a su tutora por correo electrónico para definir la estructura que seguiría el trabajo, empezar a recabar información, organizarse, ir a hacer entrevistas en hospitales a los que él, si podía, la acompañaba, y escribir parte del trabajo. Cuando lo tuvo que hacer él, a esas alturas, ni siquiera había decidido el tema, y acabó cogiendo uno de los que le ofreció su tutor. Lo escribió bien y sacó una nota decente, pero sin esforzarse demasiado. En cambio Blanca, que ya tenía claro que pensaba estudiar medicina en una buena universidad y que iba a especializarse en oncología, se quería esforzar al máximo para conseguir que premiaran su trabajo y le dieran una suculenta beca para el primer año de universidad. Eric jamás se había planteado ir a la universidad, así que simplemente fue a aprobar, y al final lo hizo.

Pero en realidad mentía en algo. Por mucho que intentara acallarlo, a pesar de las horas que gastaba al día tratando de pensar en todo lo que tenía que hacer, por poco tiempo que dejara para sí mismo, aunque sacudiera la cabeza cada vez que la imagen de aquella sonrisa perfecta que se moría por besar de nuevo,... todo era inútil. Simplemente no podía alejarle de sus pensamientos. Echaba de menos a Pau de una forma atroz. Sólo había logrado verle una vez, una puñetera vez en todo aquel tiempo, en la que Carles consiguió que quedaran los tres juntos. Pero por lo menos seguían enviándose mensajes y llamándose, y se apoyaban en su desgracia. Claro que su situación no era comparable a la de Pau, y aun así los dos estaban tan desencantados con lo de ser dobladores que siempre tenían una palabra amable para el otro.

Su Voz (Homoerótica) [En proceso + editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora