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—¡Guillermo! —gritó Samuel en cuanto vio la silueta de Guille en el pasillo.

—Hola, Samuel —dijo Guillermo, con una enorme sonrisa en su rostro.

—¿"Nos vemos luego, guapo"? ¿Esa es tu respuesta? —dijo Samuel, quien ya se comenzaba a alterar—. Yo me lo curré y tú me sales con esa respuesta. Es que flipo, chaval. ¡Flipo!

—¡Oye! Eso es mío, cabezón —rió Guillermo.

—Es que, ¡buah, chaval! Estoy que te estampo el teclado y ¡PAH! en toda la cara, por pesao —se quejó.

Guillermo no pudo evitar reír ante aquel elocuente comentario. Ver a Samuel así de frustrado era algo que le mantenía sumamente divertido.

—Sí —dijo Guillermo de repente—. Sí, sí, sí... ¡Sí! ¡Mil veces sí!

Samuel frunció el ceño al no poder lograr entender lo que aquel pequeño cabezón le decía. Guillermo sólo lo observaba con una enorme sonrisa en el rostro, y sus ojos cristalinos por las lágrimas que amenazaban por salir en cualquier momento.

Y, de pronto, Samuel comprendió. Su ceño fruncido se fue reduciendo, y su sonrisa se fue agrandando. Estaba pasando.

—Mi amor, bebé... —dijo, seguido de palabras aleatorias y completamente sin sentido—. Yo-yo no... Ay, por la santa mierda voladora... ¡Dijiste que sí!

Guillermo sonrió y cerró sus ojos, lo que ocasionó que las lágrimas resbalaran por sus mejillas. Samuel pasó sus brazos por la estrecha cintura de su, ahora, novio y lo atrajo hacia él en un apretado abrazo.

Guillermo pasó sus brazos por los hombros de Samuel y escondió su rostro en su cuello, aspirando su aroma y sonriendo contra su piel. Ambos estaban emocionados.

—Este es el momento en el que me besas, grandísimo idiota —dijo Guillermo contra la piel del cuello de Samuel.

—Oh, cierto cierto. Lo siento.

Samuel posó sus manos en la cadera de Guillermo. El menor quitó su rostro del cuello ajeno y miró directo los ojos cafés que tenía en frente. Lentamente Samuel fue acercándose a los labios de Guillermo. Su mirada se paseaba desde sus ojos hasta sus labios, y viceversa.

—¿Vas a hacerlo ya, o necesitas que te imprima una invitación oficial? —se burló Guillermo.

—Tan impaciente y quejica como siempre —dijo Samuel con una sonrisa ladina.

—Pero me amas así —respondió, sonriendo.

—Te amo así, todo tonto —dijo, para después juntar sus labios con los de Guillermo.

Guille | wigetta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora