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Guillermo iba caminando torpemente, ya que Samuel iba tapándole los ojos desde detrás. El menor no sabía lo que pasaba, simplemente se dejaba llevar por la voz y el perfume de Samuel.

—¿Ya casi llegamos? —preguntó Guillermo—. Siento que ya caminamos como veinte kilómetros.

—Deja de ser tan quejica, Guille —se rió Samuel—. No han sido veinte... Han sido 19 y medio.

—Que gracioso —dijo Guillermo con sarcasmo—. ¿A dónde me llevas?

—A un lugar mágico.

—¿Dónde nunca me harán daño? —preguntó Guillermo—. ¿Me estás llevando dentro de casa?

—Cariño, esto no es Bob Esponja —dijo riendo—. Listo. Hemos llegado.

Con cuidado, Samuel quitó las manos de la cara de Guillermo y se hizo dos pasos hacia atrás. El menor no decía nada, simplemente se quedó observado el lugar.

Estaban dentro de un restaurante, a mitad de la estancia, frente a una mesa con dos sillas. Estaban solos en aquel lugar. Justo detrás de la mesa, varias rosas estaban esparcidas por el piso y habían globos en forma de corazón decorando las paredes.

—¿Te gusta? —preguntó Samuel—. Sé que no es mucho, pero...

—Me encanta —dijo Guillermo—. ¿Cómo conseguiste que el lugar estuviera vacío?

—El restaurante es de mis padres —respondió—. Sólo les dije que traería un lindo chico a cenar y ellos aceptaron gustosos.

Samuel tomó la mano de Guillermo y lo condujo hasta la mesa, en donde jaló un poco la silla para que su chico pudiera sentarse. Después él tomó asiento en frente.

Guille | wigetta.Where stories live. Discover now