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Cuando James la vio bajar del bus, no tardó ni dos minutos en aproximarse a ella. Max lucía como si acabara de pelear una batalla. Los ojos cansados esquivaban todo, los labios permanecían sellados, el cabello mojado se sostenía a duras penas con una bandita elástica y los pasos que daban eran perezosos e indecisos.
-Maxi, buenos días.-dijo él. Ella no lo miró, sólo se detuvo frente a su pecho.-Es... Tenemos que desayunar.
La chica se encaminó a la mesa y él la siguió completamente confundido. Al tomar asiento, la subió a sus piernas y ella dejó su cabeza caer contra el cuello de él. Algo no andaba nada bien.
-Bebita.-dijo él, sacándole todo el cabello del rostro e ignorando las miradas de los integrantes de la banda y otros trabajadores de la gira.-Maxi, ¿qué pasa? -la chica no respondió y él le tomó el rostro con una mano, mientras la aferraba con su otro brazo.- ¿Hija?
Max le rodeó el cuello con ambos brazos y recostó la cabeza en su hombro, cerrando los ojos con fuerza.
-Max, comé.-dijo Louis sin saber qué había pasado ni cómo era que ella estaba en brazos de ese hombre tan a gusto.-Tenes que comportarte de acuerdo a tu edad.
-Por favor.-pidió James en dirección a él.- No la pelees ahora.
- No la estoy peleando. Es mi hermana y...
-Necesita que seas vos el que se dé cuenta de las cosas.-dijo James, pegando sus labios a la cabeza de ella.-Hija, decime qué pasa. No. Mejor decime qué puedo hacer para que estés bien.
-Papi, quiero volver a casa.-susurró ella con una voz tan pequeña y corrompida que a varios se le erizó la piel.
-Entonces volvamos a casa.-dijo él y se puso de pie.
Advirtió a Louis con la mirada y avanzó hacia el bus. Se dejó caer en su cama con ella a su lado y le contó uno de los cuentos que a ella tanto le gustaban. La chica lo miraba con los ojos bien abiertos, como una niña pequeña que contemplaba algo por primera vez.
James le acarició el rostro con suavidad y sonrió con toda la ternura que cabía en sus facciones endurecidas por el pasar de los años. Entonces Max se deshizo en llanto mientras se aferraba a él y le contaba lo sucedido en la noche. Lloró y lloró hasta que alguien abrió la puerta con violencia.
-¡Te pagan para cuidarnos, no para que cuides a mi hermana! ¡Salí a hacer...!-enmudeció al verla con el rostro enrojecido, los ojos hinchados y la expresión nostálgica.- ¿Max? Max, ¿qué pasa?
-Tengo que hacer mi trabajo, Maxi.-dijo el hombre con suavidad y besó su frente.
Louis aún los miraba sin entender. Quería tomarla, saber qué ocurría, escuchar que eso no era su culpa. Sólo quería escuchar que no había sido él quien había vuelto a dañarla. Pero todo lo que pudo presenciar fue como, con un rápido movimiento, la chica tomó la mano de James y le pidió acompañarlo. Y sí, le dolió más que caer de cabeza desde el escenario.
Salió del bus y los vio acercarse a los chicos, quienes firmaban autógrafos.
Harry la miró fugazmente y se aproximó confundido. Dobló una rodilla frente a ella y le levantó el rostro suavemente, fijando sus ojos en los de ella.
-¿Te duelen?-ella asintió suavemente y él le besó la mejilla antes de ponerse de pie y abrazarla. James los miró de reojo y vio como Harry le acariciaba los párpados cerrados.- Firmamos unos autógrafos y vamos a ver qué hacemos para solucionar esto, ¿si?
Max asintió y observó como ellos se tomaban fotos y firmaban por medio del alambrado, sentada detrás de ellos. Louis se les sumó sin atreverse a mirarla.
-Andá.-le dijo James.-Sentate al lado de ella y dale este chocolate. Es su favorito.
-¿Por qué lloraba?-preguntó el joven, casi con desesperación.
-Porque cree que la sacaste de esa casa por compromiso.-dijo.- Vamos, sé que ella está esperándote.
Louis asintió y se aproximó a ella. Los ojos de Max estaban cerrados y ocultaba sus dedos bajo las mangas del buzo. Él le pasó el brazo sobre los hombros y la juntó lo más posible a su lado. Max no tuvo las fuerzas necesarias para resistirse y cayó sobre su pecho.
-Te traje un chocolate.-susurró él en su oído y besó su cabeza.-Max, tenes fiebre.-la sentó en sus rodillas y la abrazó con fuerza, abrigándola con su ropa.- Ay, mi amor. ¿Te sentís bien?-ella asintió y mordió su chocolate antes de mirarlo y convidarle.-Max, chiquita, perdoname. Yo... Te esperé anoche pero no saliste. Tendría que haber abierto la puerta y agarrarte. Dormiste ahí, hacía frío y ahora tenes fiebre y...-suspiró frustrado y la aferró mejor.- Ese día volabas de fiebre. Estabas delirando. Siempre me dije que por eso no habías salido. Estabas ardiendo.-se le escaparon unas lágrimas y vio que ella había bajado el chocolate y tenía una mano en su pecho mientras permanecía estática.- Me juré que era la fiebre, que en el reformatorio iban a cuidarte y mantenerte a salvo, cosa que parecía que yo ya no podía hacer.
Entonces todos se acercaron y Louis se apresuró a secarse las lágrimas y ponerse de pie con ella en brazos. Quería saber cómo solucionarlo pero nadie parecía estar dispuesto a darle las respuestas necesarias.

Pequeña TomlinsonWhere stories live. Discover now