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Vandalismo. Max corría al ser vista haciendo ese graffiti dentro de propiedad privada. Al llegar a la casa de su hermano, distinguió el auto de Briana y supo que el bebé estaba ahí. No se atrevió a entrar, a volver a ver a su hermano interponiéndose entre ella y su sobrino.
Sin pensarlo demasiado, se metió en el garaje y subió al auto, recostándose en el asiento trasero de este y cerrando sus ojos.
Cuando dieron las once y media, Louis decidió ir por ella. Max no regresaba y él, por más que estuviera seguro de que nada iba a pasarle, tenía que verlo para creerlo.
Subió al auto y la vio ahí. Dejó caer su cabeza en el volante y sintió la mirada de ella.
-Él estaba con vos.-dijo.- No quería entrar para ver como lo apartabas de mi otra vez. No soy una asesina, Louis. Sólo quería conocer a mi sobrino, pero veo que eso nunca va a poder ser posible.
Quiso bajar pero él cerró los seguros. Se volteó a mirarla y suspiró.
-Quiero que lo entiendas, Max.-dijo.-Sabes bien que no puedo arriesgarme. No otra vez.
La chica, molesta, pateó la ventanilla, rompiéndola al instante y saliendo por ella. La exclamación de Louis quedó ahogada con el ruido del portón y los pasos de Max. Su hermana acababa de irse y él sabía que buscarla sería completamente inútil.

A Max le encantaba aquel refugio en particular. Los desamparados y desocupados siempre tenían el corazón necesario para hacerle un lugar incluso a ella, que no lo merecía.
-¡Maxi!-dijo uno de los más grandotes del lugar. Abrió sus fornidos brazos y ella sonrió, internándose en ellos.-Te extrañamos últimamente. ¿Dónde te habías metido?
-Por ahí.-sonrió ella.- ¿Llegué muy tarde?
-Justo para la hora de dormir. Vamos. Tengo algo que contarte.
La chica lo siguió hasta la cama y saludó a todos ahí. Ambos se acostaron y ella se dejó rodear por sus brazos.
-Conseguí un trabajo. Tenías razón en lo del gimnasio y el ejercicio. Pero...-suspiró y la abrazó con más fuerza.-Maxi, podría alquilar un lugar y llevarte conmigo.-los ojos verdes se clavaron en los de ella.- Pero tengo que estar unos meses afuera.
-¿Qué?-preguntó con un hilo de voz.
-¿Conoces One Direction? La banda.-se desconcertó cuando vio cómo su rostro se iluminaba.
-¿Vas a trabajar en la gira?-preguntó ella sentándose de golpe. El hombre asintió y ella rió abrazándolo con fuerza.
- No puedo llevarte, Maxi. Que te sienta mi hija no es suficiente para ellos.
-Louis es mi hermano.-dijo ella.-Va a llevarme a la gira. Vamos a ir juntos. Al fin voy a poder presentártelo.
- Pero entonces...-susurró él.-Maxi, no creo que tu hermano esté de acuerdo con que...
- No lo digas.-pidió ella.-Ya fue un día muy malo, sólo no lo digas.-entonces él presenció el choque de sentimientos en su rostro. Los ojos se le llenaron de lágrimas y ella se apresuró a esconderse bajo la almohada.
-Ey.-susurró él, quitando la almohada y el cabello del pequeño rostro.- No llores, Maxi. Tranquila, bebita. Acá estoy. Todo va a estar bien. Vamos a poder solucionarlo todo juntos, como siempre.
Ella se hundió en su pecho durante un largo rato y él suspiró sin saber muy bien qué hacer.
-Hoy desperté en el hospital. Me dejaron salir del correccional.-dijo ella bajito.-Louis no me dejó conocer a su hijo. Rompí la ventana de su auto porque me enojé con él.
-Pasaron muchas cosas.-dijo él, mirándola.
-También me siguió la policía por un graffiti.-suspiró y lo miró.-Papá, ¿vos crees que yo soy una mala persona?
Él calló y dibujó una pequeña sonrisa antes de volver a abrazarla con fuerza. Max lo miró de reojo un instante y luego se dispuso a dormir, como todos los demás allí. Ya estaba a punto de quedarse dormida cuando su voz la alcanzó.
-Los dos sabemos que los ángeles no existen, pero vos sos lo más cercano al cielo que conozco.

Su nombre era James Cole. Tenía 48 años y un largo pasado. Había estado casado y, junto a ella, había vivido en una hermosa casa en el centro de Londres. Pero, cuando su esposa murió, toda su vida pareció derrumbarse. Entonces encontró ese lugar y ya, sin una pizca de dinero, se quedó.
Mientras Max dormía, él aún pensaba. Sabía que era el trabajo que necesitaba, pero estaba seguro de que ningún familiar de ella estaría feliz cuando se enterara de todo lo que habían vivido en los últimos años.
Volvió a pasar sus dedos por los finos cabellos rubios y sonrió al encontrar un poco de pintura en aerosol violeta. Su Maxi jamás cambiaba.

Pequeña TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora