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Max estaba en una habitación del bus, sola, pintando con aerosoles su carpeta. Afuera sólo había oscuridad y junto, todos dormían.
Se dejó caer de lado y suspiró frustrada. No podía dormir, tampoco quería hacerlo. Sólo quería permanecer ahí hasta que su padre por fin volviera o saliera el sol, lo que pasara primero.
Cerca de las cuatro de la mañana, el bus se detuvo y ella bajó. Los de producción habían pinchado una rueda. Max se sentó en el pasto, junto al asfalto y miró el cielo en completo silencio.
-¿Por qué seguís despierta?-preguntó James al verla.- Deberías estar durmiendo en el bus.
Max le extendió ambos brazos y él la alzó, cubriéndola a la vez con su campera. Estaba caliente. Al parecer, Max tenía fiebre y no podía dormir.
-Dormí, Maxi. Estoy acá para hacerte compañía.-ella no respondió y el hombre comenzó a mecerla como cuando era pequeña.-Tenes que entrar al bus. Hace frío acá.
-Yo la llevo.-dijo Louis desde la puerta, refregándose los ojos.- No deberías estar afuera, Max.
-Tiene fiebre.-dijo James, dejándola en sus brazos.-Buenas noches.
-Buenas noches.-susurró ella y la puerta se cerró antes de que pudiera decir algo más.
- No quiero que salgas del bus sin avisarme.-la retó y ella bajó de sus brazos para meterse en la cama y darle la espalda.
Lo miró de reojo y suspiró cuando vio que empujaba a Harry para acostarse.
- No voy a sacarte tu cama.-bufó y se puso de pie.- Voy a dormir en la otra habitación.
Louis la tomó del brazo y se acostó, trayéndola para que tomara lugar a su lado. Max se dejó caer a su lado y se hizo pequeña.
-¿Por qué dejas que él te cuide y yo no?-preguntó apartándole el cabello.
-Porque él me aceptó a pesar de todo.-susurró.
-Te portas lindo con él. Dejas que te abrace.
-Papá solía hacerlo.-dijo y sus ojos se llenaron de lágrimas a la vez que pegaba el rostro a la almohada.
-Puedo hacerlo por él.-dijo pegándola a su pecho y cubriéndola mejor con las sábanas.- No me dejes, Max.
-Si pudiera dejarte, ya lo habría hecho. Pero no puedo desprenderme. Sólo me gustaría que lo aceptaras.
Un sollozo escapó de los labios de ella y Louis se tensó. Hacía mucho no la oía llorar. Volvió a acomodar las sábanas, en busca de lo que debía hacer.
-Ey, no llores, Max.-ajustó los brazos en torno al delgado cuerpo y volvió a sentirse un niño ayudando a su hermanita pequeña a dormir.-Estoy acá con vos. No voy a irme. No te voy a dejar. No llores más, odio que llores. Estoy intentando entenderlo, pero es difícil.
-Para mí también fue difícil que me dejaras en ese reformatorio donde estuve tres años antes de que me visitaras. Te extrañaba.
-Max...
-¡Era la única que no tenía a nadie ahí!-exclamó sin saber que todos habían despertado y podían oírla.-Tenía noticias de vos por las estúpidas directioners que me presumían saber más sobre vos que yo. Me abandonaste.
-Max, vos estabas en ese reformatorio por tu comportamiento.
- No. Yo estaba en ese reformatorio porque no me dejaste morir cuando decidí que quería hacerlo.
-James tampoco te hubiera dejado.-replicó él y Niall se removió, sabiendo que se aproximaba una pelea.
-Cuando él se enteró, juró darme los motivos necesarios para que no quisiera morir. Se quedó conmigo. Vos dejaste que me llevaran a un reformatorio. No te despediste. Cerraste la puerta y me alejé viendo esa puerta cerrada. No te importó.
Louis apartó la mirada. Era cierto. Max apartó sus brazos y bajó de la cama para meterse en el baño tras trabar la puerta.
Por más que su hermano la esperara fuera, esa fue la primera noche que Max Tomlinson durmió en el piso de ese baño frío y estrecho, sabiendo que no sería la última vez.

Pequeña TomlinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora