Capítulo cuatro | Ain't fun

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Era el mes de octubre de 2018, un sábado para ser más exactos cuando Silver comenzaba a dudar sobre el sentido de su vida. Había sido una semana de excelentes y bonitos días pero las lluvias comenzaban a parecer cada vez más frecuentes y eso hacían lucir el departamento como un lugar sombrío y frío; su necesidad de Sol podía verse con tan solo mirarle, más pálida no podía ser y si combinaba eso con la prominencia de sus huesos en su cuerpo, cualquiera podía deducir que estaba enferma.


Echó un vistazo a lo que había hecho en su hoja de papel y después a Eleanor quien pintaba con un color azul y sus dedos, su carta para Santa. Silver regresó a su carta la cual simplemente había llenado de color rojo porque no dejaba de pensar en cientos de cosas mientras lo hacía.

—¿Por qué haces tu carta para Santa tan pronto? —preguntó, dejando el pincel aparte buscando un marcador negro con el cual escribir.

Eleanor miró a la chica como si aquello fuese muy obvio, limpió sus dedos con la camiseta vieja que Fred le había puesto para que no manchara su ropa; tomó un puñado de escarcha dorada y la dejó caer sobre la carta.

—La carta tiene un viaje largo—respondió—, quiero estar segura de que llegue. El año pasado yo pedí una iguana, tal vez no le llegó mi carta porque la envié tarde. Mamá dice que ya va a ser Halloween, es el momento.

—No creo que a tu mamá le guste tener una iguana en su casa.

—Por eso la pediré para papá—tomó un color rojo con el cual comenzó a escribir, aunque solo salieran garabatos.

—Silver, ¿dónde están tus herramientas? —Fred gritó, y con ello una ventisca las estremeció moviendo los papeles que tenían sobre la mesa de café.

—Donde siempre—dijo.

Fred apareció por el pasillo y se dirigió a la cocina.

—¿Por qué tienes herramientas y yo no?

—Porque no sabes utilizarlas.

—Claro que sé—salió con una caja grande y pesada que sacó debajo del lavabo, colocándola sobre el comedor.

—¿Y por qué no tienes?

—Usaba las de Wesley—buscó dentro—. Hay un tornillo suelto en la escalera de emergencia.

—¡Papá! —Eleanor llamó, poniéndose de pie y corriendo hacia él—. ¿Podemos mandar mi carta a Santa? —le mostró lo que tenía en manos y Fred fingió leerlo.

—¿Tantas cosas quieres este año? —hizo una mueca.

—Solo es una iguana y comida de iguana—le informó.

—¿Para qué quieres una iguana? —rio.

—Para jugar con ella.

—Cuando era niña yo solo quería un perrito—Silver rio también.

—¿Por qué no pides otra cosa? —Fred bajó un poco para quedar casi a la estatura de su hija quien hizo un puchero al escuchar eso—. Santa no podrá traerte una iguana si no ve que mamá o yo la aceptamos.

—¿Y no la aceptas? —bajó su carta, decepcionada.

—Déjame pensarlo, si tu mamá lo hace yo mismo te la compro—le aseguró.

—¡Ya sé! Pediré que mi tío Oliver esté mejor, y si se pone mejor él podrá tener una iguana en su casa; a él le gustan—corrió de regreso a la mesa donde todo el material estaba y comenzó a garabatear nuevamente.

Dulce nada [ACR #4]Where stories live. Discover now