4/30. A veces se gana, otras se pierde

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Se suponía que sólo sería un juego de niños. Sólo se suponía.

***

Amber como era su costumbre, no dejaba de ser el centro de el universo, ni siquiera, en su segundo año de universidad. Contrariamente a su personalidad, había elegido desde que la memoria le alcanzaba, estudiar administración empresarial. Ella no sólo destacaba por su gracia y sus brillantes ojos avellanas, destacaba porque era como el sol; brillaba por motus propio, iluminaba todo a su paso, pero así como la luz del sol algún día parecerá, la de ella, tampoco sería la excepción.

...

Brandon Woodley y Amber Ritz se flecharon a primera vista, el primer semestre del primer año. A pesar de que para la mayoría de los universitarios, las idas y venidas de estos dos no era un misterio, si lo era el hecho de que la familia de Amber no estuviese al corriente sobre la relación de estos dos.

***

- ¿Qué crees que estas haciendo? - inquiere Amber al joven de cabellos y ojos cafés que acababa de encontrar peligrosamente cerca de la golfa del curso.

Mientras en aquel balcón frente al mar se gestaba una tempestad, en la planta baja, todos los invitados del cumpleañero en cuestión, no cesaban de emborracharse.

La tercera en discordia - Hanna - al darse cuenta que sobraba, se retiró antes de que los enamorados comenzaran a soltar la munición pesada.

- ¡Oh por favor! - gesticuló el joven torpemente borracho - Solamente estábamos hablando - dijo acercándose a la joven.

- ¡No me toques! - gritó Amber apartandose de éste, quien no recibió en absoluto, aquel rechazo desagradable, como algo para lo que estuviese hecho.

A Brandon nadie le decía que no. Ese era su problema. Amber también gozaba de aquel privilegio. La diferencia entre ambos, radicaba en que Amber no presionaba. Brandon no solo presionaba; tomaba lo que se le antojaba cuando y como quería, sin pedir permiso. Sin prestarse a medir las consecuencias. Así era él.

- ¡Oh vamos! Ya vale de tus escenas de celos. Bésame - dijo presionando aún más a Amber, quién harta de ser la cornuda y hazmerreír del curso, estaba más que asqueada con la situación.

- ¡Ya basta! - gritó Amber empujando al joven hacia atrás. Algo que por cierto, no le salió barato.

Brandon no solo no aprobó el rechazo de su novia, sino que incluso la abofeteó y golpeó en el suelo hasta el cansancio.

Cuando sació su sed de sadismo y control, se echó en el piso de parquet, rogandole a Amber que lo perdonara por enésima vez.

Aquello era un contínuo círculo vicioso de nunca acabar. Desde el suelo, la vista de Amber permanecía fija en el cielo nocturno, mientras que su mente divagaba en esta escena que una y otra vez se repetía. Sollozar y recibir golpes.

Amber era de las chicas que solía pensar que los chicos malos no sólo son buenos en la cama, si no que son los que ponen el condimento en toda relación. La diferencia era, que en su imaginación sonaba mejor que en la realidad. Ya que, ni los insultos, ni los moretones son románticos. No hay nada mágico en ser sometida alimentando el poder de un cobarde.

A menudo se preguntaba que clase de mujer era, que se callaba ante lo injusto o que agachaba la cabeza ante una bofetada. Y aún así, cuando era valiente ¿de que le servía? Amber estaba atada de pies y cabezas. Sentía que no tenía escapatoria. Hacia poco menos de un año, su rendimiento académico - o más bien, la falta de él - le valieron el que le quitaran la beca estudiantil. No pasó mucho de aquello hasta que Brandon, como hijo del decano, hiciera uso de sus privilegios, y se la volvieran a conceder. Amber sabía que aquel favor era el equivalente a un contrato matrimonial o a un pacto con la mafia. Ni ella, ni su familia disponían de dinero para mantener sus estudios. Su padre era mecánico y su madre camarera. Razón de más, para mantenerlos en el anonimato. En cuanto a sus contactos concernia, los padres de Amber paseaban por el mundo en un viaje constante. Si bien amaba a sus padres, para ella no era una opción seguir sus pasos. Sabia que no habia nada de malo en las elecciones de sus padres, pero sin embargo, no podia evitar sentirse menos con la condicion humilde de su familia. Ella se sentia merecedora de un mejor futuro. Y como bien dicen, al que quiere celeste, que le cueste.

ACORRALADA [ Finalizada ]Where stories live. Discover now